La santiagueña Patricia Bermúdez, única representante nacional en lucha en dos Juegos Olímpicos, denunció penalmente a Fernando Rittner, titular de la Federación Argentina de Luchas Asociadas (FALA); al manager de la entidad, Daniel Rodríguez; y al entrenador venezolano David Ochoa, responsable del seleccionado nacional de mayores «por tratos desiguales, manipulación afectiva, dichos intimidatorios con relación a quitar becas deportivas». Además, por «indiferencia hacia sus necesidades, falta de seguimiento de la planificación deportiva, falta de apoyo y de acompañamiento en momentos de entrenamiento y competencia en el exterior del país, los cuales las ubicaron en una situación de vulnerabilidad y riesgo, a tal punto que refirió que actualmente sufre consecuencias en su salud psíquica y física», según consta en la denuncia judicial presentada en enero de este año y sobre la cual Bermúdez cuenta en esta entrevista exclusiva con Página/12. La denuncia fue radicada en el juzgado de primera instancia en lo penal contravencional y de faltas número seis e interviene el fiscal Juan Cruz Artico. Allí también radicaron presentaciones judiciales contra personas vinculadas a este deporte la promisoria luchadora Maia Abigail Cabrera y la entrenadora Maia Noe Salinas. Bermúdez, de 38 años y gendarme hace 17, al igual que su abuelo Pablo –suboficial mayor retirado– también denunció a Yuri Maier –medallista panamericano ex medallista panamericano y que trabaja o colabora con varias organizaciones internacionales vinculadas a este deporte- «por discriminación».
La atleta santiagueña ganó la presea de bronce en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, México, 2011 y las medallas de bronce en los Juegos Odesur de Medellín, Colombia, 2010 (51 kg) y en los de Santiago, Chile, 2014, plata (48 kg). Mientras que, en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 terminó en el 17mo puesto y en los de Río de Janeiro logró el quinto lugar y conquistó un diploma olímpico. Además, logró la medalla de bronce en el Mundial de Bulgaria 2022 y obtuvo en 2020 el Diploma al Mérito de los premios Konex por su trayectoria en esa década.
–¿Qué te impulsó a hacer la denuncia y contra quiénes está dirigida?
–Las cosas que están sucediendo con las atletas. Quería aportar mi granito de arena. Hubo mucho maltrato. Y también está esa frase que dice «si tenés algo que decir, el silencio es una mentira». Contra la Federación, al presidente, por tener un puesto y no hacerse cargo, porque al final no tomaba ninguna decisión; contra Yuri Maier, por discriminación durante tantos años. El siempre se metió con mis raíces porque soy de una provincia muy pobre, así me dijo muchas veces y siempre se metió con mi familia. Como que vengo acá, que soy «una muerta de hambre», cosas así. Al principio me causaba tanta gracia que pensaba «¿qué le hice a este pibe? Ya se le va a pasar». Y mi entrenador siempre me decía: «No te preocupes ya voy a hablar con él». Entonces siempre lo dejé ahí. Y también contra el manager Daniel Rodríguez, que venía y me decía «vos estás gorda».
–¿Te arrepentís de haber realizado la denuncia?
–Me dio paz. Me lamenté, tal vez, de no haberla hecha antes. No pensé que iban a llegar a tanto. Me da mucha paz. Creo en la justicia divina y también en la justicia argentina. Quiero que se den a conocer estas cosas y que no se piense que está todo bien, es un mundo aparte lo que es el Alto Rendimiento. Espero que haya un cambio y tengo la esperanza de que ese cambio suceda. No hubiera podido estar tranquila conmigo misma si no la hacía. No me lo hubiera perdonado.
–¿Qué buscás con esto?
–Qué las nuevas generaciones crezcan y que realmente tengan las oportunidades sin tener que pasar por todo esto. La idea de hacer esto es que el deporte crezca.
–¿Considerás que tu denuncia y otras pueden servir para las nuevas generaciones de deportistas que practican lucha?
–Creo que sí porque hay algo que la Federación, y muchas otras federaciones en general, no entienden y es que es sin atletas, no hay federaciones. Si los tratan bien, los atletas van a rendir y tener buenos resultados y eso va a hacer que crezca una federación y que haya mas atletas que quieran participar y eso va a repercutir en los resultados. En cambio, si los maltratás y después los querés silenciar… en fin. Son cosas que dan miedo. Hoy, como están las cosas, ni siquiera podría recomendarle a alguien que haga lucha. Me da miedo que vayan chicos y les toque un entrenador como David Ochoa, que les toque un Yuri Maier. Yo estoy un poco alejada de la lucha. Es un deporte muy lindo, pero hasta que no cambie la cúpula nunca va a cambiar esto que estamos denunciando.
–Sos la única luchadora argentina que compitió en dos Juegos Olímpicos. ¿No te parece fuerte que digas que no quieras recomendar a un chico que haga lucha?
–No, con la cúpula que está hoy en día. Si me preguntan ¿dónde podría hacer lucha? Les diría que no sé. Si van a terminar en la Selección, me da mucho miedo.
–¿Pediste ayuda en las entidades vinculadas al deporte?
–Pedí ayuda, fui a todos lados: al Comité Olímpico Argentino, a la Secretaría de Deportes, al Enard. Ninguno me contestó. Me sacaron la obra social. Sabía en la que me iba a meter. Esperaba más ayuda de la comisión de atletas del COA. Esto no hubiera sucedido si Diógenes de Urquiza nos hubiera recibido. Él estaba en los Juegos de París, le mandé un mensaje para contarle lo sucedido. Quería que alguna autoridad nos escuchara, pero no tuvimos respuesta. Le dije que tres mujeres estábamos sufriendo por violencia de género, que si podíamos hablar con él y me mandaron a hablar con Pablo Fuentes, alguien de marketing, del Enard. La cuestión es que se dieron cuenta de que íbamos a hacer la denuncia, y ahí la secretaria empezó a escribirme, a llamarme. Mostró como intenciones de querer colaborar, pero al principio no fue así. Nunca me reuní. El tenía su trato con Yuri. Y ahí dije ‘esto está todo perdido, están todos comprados, vendidos’. Entonces dije vamos a lo legal porque así esto nunca se va a resolver.
–¿Cómo definís a Rittner?
–Un abusador de poder y un frustrado. El siempre se mete con los cuerpos de las chicas: «que sos una inútil, que no vas a llegar, que no vas a ganar, que para qué haces esto…». Todo lo de él es despectivo, trata mal.
–¿Y a Yuri Maier?
–Un cáncer de la lucha. Quiso convencer a todos de que es el que maneja. Entonces siente que tiene el poder de comprar y pagar lo que quiere. Entonces todos lo siguen. Nadie quiere hacer su trabajo realmente como debería ser: que un entrenador haga el trabajo de un entrenador; que el dirigente busque las cosas por el atleta y que lo apoye. ¡No! Así se hace lo que Yuri dice. Y no es así.
–¿Sufriste deterioro psicológico como consecuencia de todo esto que contás?
–Sí. Hoy en día no estoy muy bien. Todavía tengo ataques de ansiedad. Todo esto todavía me cuesta hablarlo, que no me emocione o me ponga mal por eso, porque esto fue mi vida. No tuve vida social, me la pasé entrenando, no sabía lo que era estar con la familia, ni siquiera con amigos. No sé lo que es bailar. Hoy en día me cuesta mucho insertarme a la sociedad, tener una vida normal y no me parece justo que alguien que tiene mucha proyección y talento quiera dejar por estas cosas. No es justo. Por eso no quiero otros deportistas pasen por todas las cosas por las que pasé. Este es un deporte es muy lindo. A mí me dio muchas herramientas y me cambió la vida. Personas malas siempre se van a encontrar en todos lados, y por eso vamos a seguir peleando, para cambiar las cosas.
–¿En la actualidad, el luchador argentino está cuidado o abandonado?
–Hacen discriminación. Eligen atletas selectos para ayudar, no ayudan a todos, sólo a algunos ¿El resto? Qué se maneje como pueda.
–¿Seguís en la lucha?
–No.
–¿Decidiste retirarte?
–En realidad, ganas de retirarme no tenía. Me retiraron más que nada. Después de los Juegos Panamericanos de Chile, no di el peso, hice todo lo que pude y lo que estaba a mi alcance. Ya venía con un problema en los riñones, de deshidrataciones. A mí jamás me permitieron cambiar de categoría. En Río competí en 48 kg, después se cambió a 50 y competí en la categoría de arriba y me iba bien, siempre traía un resultado. Pero siempre me decían que lo que había logrado no era importante, que si la rompía iba a ser en la categoría de abajo y para mí era muy frustrante porque bajaba mucho de peso y más con las patologías que tenía, como hipotiroidismo, y el tema de los riñones que me empecé a sentir mal. En 2022 nos mandaron al exterior a competir como preparación a los Juegos Sudamericanos que iban a disputarse en Bolivia, y en Rumania, donde estaba sola, me empecé a sentir mal, a orinar sangre. Le conté a la gente del Enard lo que me estaba pasando, que no tenía ningún acompañamiento ni alguien que me guíe. Uno como deportista va y quiere dar lo mejor de uno, venir con un resultado. Después fui a Serbia, ganando peleas, orinando sangre y cuando volví, estaban los Juegos Odesur, fui al urólogo con todos los estudios y me dijo: «te operamos mañana. Esto es grave. Tenés un cálculo en la uretra y si recibís un golpe, pasas a diálisis». Yo dije «Pucha, no sabía que estaba tan mal». Me asusté, empezamos con los prequirúrgicos y me bajé de los Odesur. El médico me dijo que no descienda más de categoría. Ya había hablado de eso y la Federación, a través de su presidente Fernando Rittner, no me dejaba porque decían que no iba a obtener resultados en otra categoría.
–¿Y qué ocurrió después?
–Después vino el Panamericano de Argentina en el que me quedé con el bronce y a los que sacaban medalla le pagaban una preparación para llegar bien a los Juegos Panamericanos de Chile 2023. En ese torneo casi no llego al peso, me empecé a sentir mal anímicamente, mentalmente. Me dije «pucha, como puedo competir así, no creo poder continuar con esto porque no me estoy sintiendo bien». Gente del Enard me dijo «nadie te obligó». Es cierto, nadie me obligó pero uno como deportista da lo mejor que tiene y si te dicen «ah, te morís por una medalla y la bandera». Si, nosotros pensamos así. El alto Rendimiento es eso. Damos todo lo que tenemos y quizás no pensamos tanto en la salud ni a todo lo que nos exponemos. La verdad es que esa contestación me dio mucha tristeza, como justificando el acto. Por eso me costaba hablar estas cosas. Entonces, me fui a competir al exterior, había que dar de nuevo el peso y ya no sabía qué hacer. Ahí dije: «pásame a la categoría de arriba porque si doy el peso este año va a ser solo una vez y va ser en los Juegos Panamericanos». Esa fue mi postura. Me peleo con David (ndr: el venezolano Ochoa, entrenador del seleccionado nacional de mayores) y le digo: «no me podés obligar a competir». Ya lo hice en el ranking series y se me acalambró la pierna. Me tuvieron que sacar los árbitros. No podía caminar. Me recompuse y a las dos semanas tuve otra competencia y gané la medalla de bronce. Nada le costaba cambiarme de categoría. Como entendí cómo venía la mano, esperaban que me baje de los Panamericanos y yo quería dar lo mejor de mí. Jamás requerí que estén encima mío para que dé el peso. La verdad es que fue mucho el estrés que sufrí por estar tanto tiempo sola; me dejaban sola porque ellos consideraban que ya tenía toda la experiencia del mundo para manejarme sola. Los entrenadores no me preguntaban nunca cómo estaba, si necesitaba algo. Lo único que querían era el peso. Y como sabían que siempre lo terminaba dando no estaban tampoco.
–¿En qué momento explotó todo esto que contás?
–Lo último fue en los Juegos Panamericanos. Ahí fue donde detoné. Ese fue prácticamente el cierre mío hacia la Federación. Nunca vi tanto maltrato. En un deporte de combate, cuando el atleta se deshidrata, al atleta jamás se lo deja solo. Eso es algo criminal. Uno está vulnerable, sensible y cualquier movimiento que hagas es tema de salud. Me dejaron tirada. Nunca se me acercaron. Inclusive, cuando no di el peso, ¿sabés que hicieron? Se fueron. Me dejaron ahí deshidratada. Otra gente de la delegación me ayudó a volver a la habitación. Yo no lo podía creer. Eso jamás lo vi en ningún deporte. Te lo juro y me dolió un montón.
–¿Y a qué atribuís ese comportamiento?
–No lo sé. No tiene justificación. Tal vez no le debo caer bien, no les gusta mi persona, cómo hablo, de dónde soy. Pero soy una atleta y soy persona, y estaba en representación de la Argentina y creo que si me destaqué mucho en este deporte fue porque siempre di lo mejor de mí. Cuando fueron los Panamericanos, Rittner hizo abandono de persona, él estaba como jefe de equipo y se fue, no le importó verme tirada, deshidratada. La exjudoca, que fue oro olímpico, Paula Pareto fue la médica que me asistió en los Panamericanos de Chile, ella estuvo como médica del COA. Hice un posteo agradeciéndole lo humana que fue, fue la única que fue a buscarme, y me pusieron suero. En el 2024 me alejé, intenté volver, me costaba y no podía. Ya sabía que estaba todo mal conmigo. ¿Ellos qué hicieron? Para sacarme del todo quisieron hacer un selectivo con la chica de Venezuela y yo seguí mal del riñón. Presenté un justificativo médico que avalaba mi ausencia y no pasó nada. Y cuando se enteraron de que empecé a apoyar a Maia Abigail Cabrera, una joven luchadora en actividad que también los denunció por cuestiones como las que he sufrido yo. Lo de Maia me dio mucha rabia porque pensé que era solamente conmigo, por todos estos años de haberme callado mucho. Y al final veo que no es personal, ellos ya son así.
–¿Creés que todo esto se vincula de alguna manera con la violencia de género?
–No sé si tienen un problema con las mujeres o hay mucha discriminación. Pensaba que si lograba una medalla o una presentación importante eso iba a cambiar, y no. Jamás fue suficiente ningún resultado. Siempre trataron de opacar mis resultados, que nunca significaban nada. Me hicieron, también, sentir así. Siempre me trataron muy mal.
–¿En el futuro te ves vinculada a la lucha?
–La verdad es que no lo veo.