Pocos días después del cierre del primer semestre tras el histórico 7-0 a Nacional Potosí, Julio Vaccari se sentó junto a la dirigencia para hablar de lo que se le viene a Independiente. Con la mente puesta en darle una continuidad al trabajo que lleva realizado, el entrenador se enfocó en lo que será el mercado de pases de invierno y la situación de varios futbolistas que podrían partir. Sin embargo, los directivos lo sorprendieron con una importante propuesta: la extensión de su estadía en el club.
La propuesta
Vaccari tiene contrato vigente hasta diciembre de este año. Lejos de eso ser un inconveniente, él siguió desempeñando sus funciones durante los últimos meses y la mejoría en el Rojo hizo que llegara hasta la semifinal del Torneo Apertura de la Liga Profesional y a clasificarse a los octavos de final de la Copa Sudamericana, instancia en la que se enfrentará al ganador del cruce entre U de Chile y Guaraní, uno de los rivales en la fase de grupos.
Conformes con lo hecho, tanto desde el plano futbolístico como humano, los popes se sentaron hace pocos días con Julio y le ofrecieron la posibilidad de firmar un nuevo vínculo hasta fines de 2026. ¿El motivo? Será la fecha en la que habrá cambio de gestión, ya que se realizarán las elecciones en Independiente. “Lo primero que le propusimos es que el mejor refuerzo que podíamos tener era su continuidad. No le podemos hacer un contrato de por vida, pero sí un contrato hasta el cierre de nuestro mandato”, explicó Daniel Seoane, secretario general del club, en Infierno Rojo.
Según explicó el directivo, el técnico se lo tomó “muy bien” y ahora será el turno de las charlas con su representante, algo que no pareciera ser un inconveniente por el buen vínculo que existe entre ambas partes. “Lo contemplamos por el trabajo y por lo que estamos creciendo, no pensamos en los resultados. Tiene una filosofía de trabajo que es la que nosotros queremos para Independiente”, continuó.
La llegada del DT y sus aciertos
Llegar a este momento no fue para nada sencillo. Julio heredó un incendio luego de la tormentosa salida de Carlos Tevez y debió controlar las llamas. Se encontró con un plantel debilitado, una institución golpeada y la disputa por evitar el descenso en el recuerdo latente de los hinchas. Comenzó con dos empates y dos derrotas y escuchó murmullos, aunque la adversidad y los rumores que rápidamente se instalaron no alteraron sus convicciones. Él se aferró a sus ideas, a la meta que se había puesto y a la confianza en modificar un escenario dantesco.
A sus jugadores les transmitió convencimiento cuando proliferaban las dudas. Y tras un lento pero paulatino proceso de aclimatación logró hacerles creer a sus dirigidos que era posible enfrentar una crisis con un fútbol audaz, decidido, lejos de la especulación. La semilla que plantó empezó a germinar en ese segundo semestre de la temporada pasada, en la que se quedó en la puerta de la clasificación a la Libertadores pero que le alcanzó para meterse en la Sudamericana y volver a una competencia internacional después de dos años de ausencia.
Vaccari se respaldó en los líderes del vestuario como Rodrigo Rey, a quien le dio la cinta de capitán, e Iván Marcone, a quien le transmitió confianza cuando quedó en el ojo de la tormenta por su cruce con un hincha en Sarandí. Estableció límites claros ante actos de indisciplina, tuvo el coraje de borrar a Marco Pellegrino, a pesar de haber llegado a préstamo desde Milan, y le hizo un tirón de orejas a Diego Tarzia, indultado durante el verano y de gran nivel en el cierre del semestre.
Al potenciamiento de Rey, Marcone y Gabriel Ávalos (antes de su arribo había metido apenas tres goles), el técnico tuvo otro punto determinante para entender esta actualidad: el acierto en los refuerzos. Contra todos los pronósticos, las apuestas que hizo le salieron y hasta le dieron un plus al equipo. Los casos de Kevin Lomónaco, Felipe Loyola, Álvaro Angulo y Luciano Cabral, son los más palpables, aunque también encontró respuestas ante los pedidos de Santiago Montiel, Pablo Galdames y Rodrigo Fernández Cedrés.
La idea clara, el mensaje sencillo, el convencimiento a los futbolistas, las incorporaciones, la recuperación de otras piezas llevaron a que el Rojo volviera a ser competitivo y despertar ilusión después de mucho tiempo. La resiliencia del grupo creó una identificación con el hincha, ese que se fue contagiando por el nivel de juego, por la propuesta, por un fútbol digno del paladar de una institución gigante.
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