Boca también restituyó carnets a socios desaparecidos

Se sabe que el fútbol es una pasión inobjetable. Pero no todo gira en derredor de la pelota. La vida misma ha de ser una lucha permanente contra el olvido. Y en línea con homenajes ya realizados por Racing, Huracán, Banfield, Ferro y Deportivo Morón, entre varios clubes, este jueves Boca también restituyó carnets a familiares de socios detenidos-desaparecidos por la última dictadura. 

En el mes de la Memoria, Verdad y Justicia, Daniel Lázaro Rus, Benjamín Isaac Dricas y José Luis Lucero (la familia de este último no pudo asistir por estar cursando dengue) estuvieron más presentes que nunca en el salón Filiberto de La Bombonera, donde se los recordó en un encuentro de nutrida concurrencia.

Abrió formalmente el acto el prosecretario xeneize Alejandro Veiga, quien asumió que «el club quería reparar a las familias de la violencia imbécil perpetrada en la última dictadura». Y especialmente agradeció a los hinchas, porque «si Boca fuera una sociedad anónima, este acto no habría podido realizarse», lo que desató el estruendoso cántico de «el club es de los socios».

A continuación, Gustavo Veiga, periodista de Página/12 y autor del libro Deporte, desaparecidos y dictadura, del cual también se hizo una miniserie de ocho capítulos que lleva el mismo nombre, resaltó que «este exterminio sistemático que se llevó a cabo en la Argentina, pretendió borrar todo rastro de identidad. Y es importantísimo que Boca, por su propio volumen y convocatoria, pueda ofrecer este acto de restitución, como ya lo hizo el año pasado, en este contexto de clubes». 

En esa línea, el hijo del recordado relator boquense Bernardino Veiga deseó «que la dinámica que adquirió esta nueva subjetividad siga creciendo en torno a los temas de derechos humanos. Porque todos los clubes de la Argentina son la cédula de identidad de nuestra cultura popular y masiva».

«El Pato Fellini»

Dricas, fanático de Boca y alumno notable, cursó el secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires y fue fundador de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Todos lo conocían como «El Pato Fellini» (por la manera de caminar y por la admiración que sentía por el cineasta italiano que firmó La strada y Amarcord). 

El 20 de agosto de 1976, fuerzas militares allanaron el domicilio de sus padres y lo registraron. La madre lo vio por última vez dos meses más tarde. Lo cierto fue que Benjamín fue cercado por un operativo arriba de un colectivo que transitaba por la zona oeste el 30 de octubre de 1976. Desde entonces no saben qué le ocurrió. Tenía apenas 19 años. Su compañera Marta Elina Libenson, «Maca», estaba embarazada. Ana Victoria, la hija de ambos, nació en el exilio y su papá no llegó a conocerla. El escritor Martín Caparrós –que pisó por primera vez La Bombonera de la mano de Abraham, padre de Benjamín– le dedicó a Dricas su novela No velas a tus muertos

Tras recibir el carnet y una casaca azul y oro con el nombre Benjamín en la dorsal, Débora Dricas recordó que «de niña jugaba de arquera con su hermano y debía esquivar sus pelotazos». También destacó que si bien «su padre y Benjamín tenían diferencias, los aunaba su amor por el fútbol y por Boca».

Rus, por su parte, también se destacó como estudiante. Pruebas al canto: se recibió muy joven de físico nuclear e investigaba sobre el efecto de la energía atómica en diversos materiales. Tenía todo un futuro por delante. Hasta que el 15 de julio de 1977, fue secuestrado en Avenida de los Constituyentes y Avenida General Paz, en la puerta de su trabajo en la Comisión Nacional de Energía Atómica. Tenía 26 años. A los tres días del secuestro, Daniel fue despedido de su trabajo: habría estado detenido ilegalmente en los CCD Club Atlético y la ESMA antes de su asesinato. Ya desaparecido, su madre Sara Laskier de Rus, sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz, se sumó a las rondas de Madres de Plaza de Mayo. Era tal la impotencia de ella, que una vez recordó: «A mí me parecía que era imposible perder a este hijo. Un día subí a la terraza de mi casa y grité tan fuerte, llamándolo, pensando que él en algún lugar podía estar escuchando. El siempre me decía ‘vos sos tan fuerte, mamá’. Y yo no pude hacer nada por él». Sara falleció a la edad de 96 años, el pasado 24 de enero de 2024. Habían pasado casi 47 años y nunca dejó de pensar en su hijo.  

A su turno, Natalia, tras recibir también carnet y camiseta, aseguró muy emocionada que «su hermano Daniel hubiera estado muy orgulloso de ver a toda su familia aquí presente».

A pocos días de conmemorarse un nuevo aniversario del golpe, Veiga concluyó remarcando que «el negacionismo se derrota en la calle». Y allí estaremos este domingo. Como todos los años.

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