“Por primera vez en mi vida, salgo a cosechar con retenciones cero”. Desde la cabina de la trilladora, Mariángeles Lovera lanzaba el twit del día. “Mariqui” es veterinaria, vive y trabaja en el campo que siembra junto con su marido en Colonia Barón, La Pampa. La conocemos bien: fue distinguida por Clarín Rural por su mérito como profesional (es veterinaria), productora, contratista y sobre todo como madre. Su hija Benita debe ser una de las niñas rurales más conocidas del mundo, a través de las frecuentes imágenes posteadas cuando vuelve del colegio y se sube a alguna máquina o tractor acompañando a la madre.
Bueno, Mariqui sabe que la medida es transitoria. Pero con su sencillo posteo remarcaba la historia de miles de chacareros que tuvieron que convivir, en los últimos 23 años, con el flagelo de los derechos de exportación. Se calcula que desde que fueron reimplantadas, en 2002, tras diez años de vigencia de la convertibilidad, que las había eliminado. Y que también había establecido la vigencia de un solo dólar para toda la economía.
En el ciclo iniciado por la transición de Duhalde/Remes Lenicov, se reimplantaron las retenciones. Primero un 10%, rápidamente fueron al 20% en la primera fase del gobierno de Néstor Kirchner, quien luego las llevaría al 27% y de allí al 35% (para la soja) para dejarle servida la mesa a su esposa electa a fines del 2007. Cristina Fernández de Kirchner puso al frente de la cartera económica al hoy líder del radicalismo, Martín Lousteau, quien tuvo la idea de las “retenciones móviles”. Aprovechando la suba de los precios internacionales de la soja y los demás cultivos, lanzó el experimento de “la Resolución 125”, que permitiría capturar prácticamente toda la renta de la agricultura. También la del maíz, el trigo y los demás granos.
El resto es historia. El campo dijo basta. El ministro cayó, pero las retenciones quedaron en el 35% por el resto del largo ciclo de CFK, quien se fue en el medio de una debacle económica, consecuencia en buena medida de la caída de la producción. Sin dólares en el Banco Central, al borde del default, vendió miles de millones de dólares en el mercado de futuros. Perdió las elecciones.
Asumió Macri y su primer intento fue reactivar al agro. Eliminó las retenciones para maíz y trigo, y redujo 5 puntos la de la soja, prometiendo una caída de otros 5 puntos por año. El resultado fue un fuerte aumento de la producción de maíz y trigo, pero la soja no levantó cabeza. Problema serio, porque era el producto más importante de la canasta exportadora argentina. Encima, en el 2018 una feroz sequía hizo el resto. Cayó la producción a 30 millones de toneladas. En el 2008 había llegado a las 50. Fue también el principio del fin del gobierno de Macri.
Le llegó el turno a Alberto Fernández, quien mantuvo el esquema hasta que su último ministro de economía, Sergio Massa, inventó otra alquimia: quitar temporalmente los derechos de exportación para forzar a los chacareros a que vendieran sus tenencias. Le sirvió para rifar los pocos dólares que pudo cosechar en su afán por encaramarse en el poder. Perdió.
Milei hizo de la eliminación de los derechos de exportación uno de sus principales caballitos de batalla. Tampoco pudo lograrlo, privilegiando el objetivo de déficit cero. Pero tuvo que optar, porque también peligra el frente externo. La urgencia por divisas lo llevó a volver sobre la idea de la suspensión temporaria de las retenciones. Por los próximos 30 días, Mariqui Lovera y miles de chacareros más tienen la ventanita abierta para vender a “precio lleno”. Es probable que logre una fuerte liquidación de dólares.
Pero todo esto es operar sobre el stock remanente. El gran objetivo debería ser operar sobre el flujo futuro, es decir, lograr un incremento de la cosecha, eliminando una gabela que ya le succionó 200 mil millones de dólares al interior en los últimos veinte años.