El índice que permite estimar cuántos pobres hay en la Argentina es el más politizado de todos, ya que la dirigencia política lo utiliza para elogiar o criticar el rumbo de un gobierno, y también es el más sensible para el ánimo de la población, porque influye sobre las expectativas de los consumidores, entre otras variables.
Desde hace tiempo expertos en estadística vienen discutiendo si basta con tener en cuenta como principal referencia los niveles de ingresos para poder graficar la magnitud de las personas alcanzadas por la pobreza en un momento dado, o si es necesario además tener en cuenta otras variables claves para permitir acercarse con más precisión a la situación social de las distintas familias.
En el marco de ese debate, la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, anunció que su cartera prepara un «índice de Capital Humano». Se hará midiendo la pobreza mediante la utilización de variables que van más allá de lo ingresos, y coexistirá con la medición que hace el INDEC.
La funcionaria se refirió a la baja del índice de pobreza, el cual se dio a conocer la semana pasada y arrojó un 38%. «Esta baja fue bastante sorpresiva, no pensábamos que iba a bajar tanto», reconoció.
Y dijo que se está trabajando para medir la pobreza no solo por ingresos, sino como un Índice de Capital Humano», aunque aclaró que aún no conoce las variables que se utilizarán.
Conocedora de lo sensible del tema, Pettovello aclaró que no se busca cambiar el índice del INDEC, que lo va a seguir midiendo a su manera cada seis meses. Lo que se busca es obtener una medición más amplia, dijo.
Garantizó, además, que el Gobierno «seguirá invirtiendo en Capital Humano mientras vaya mejorando la economía, en todo lo que tiene que ver con terminar con el analfabetismo, que las personas coman en las mesas familiares y no en comedores, y que tengan trabajo de calidad».
Medición de la pobreza: por qué considera que se debe cambiar el índice
La proyección de los datos de pobreza que publicó esta semana el ministerio de Capital Humano reflejó una baja sustancial en el tercer trimestre. Según ese informe, que intenta anticiparse al dato que el Indec publica en forma semestral, la pobreza se ubicó en 38,9%, mucho más abajo del 54,8% del primero de este año.
Pero ese descenso, ligado en forma directa al descenso de la inflación, puede no implicar una mejora en la calidad de vida de millones de hogares más desfavorecidos que empeoraron su situación durante el último año en lo más básico. Por las dificultades económicas debieron resignar la cantidad o la calidad de los alimentos que consumen.
Por ejemplo, el Índice de Inseguridad Alimentaria, elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, exhibe en el tercer trimestre el peor desempeño de la última década, superando cualquier otro pico de inflación e incluso la profunda recesión de la pandemia.
En los últimos días, el Gobierno le dio amplia difusión a proyecciones de la Universidad Católica y de expertos respetados como Martín González Rozada, director de la Maestría en Econometría de la Universidad Torcuato Di Tella, que estimaron una caída de la pobreza, que reflejaron una caída en el índice de pobreza.
Según Rozada, «la incidencia proyectada se puede descomponer en un promedio ponderado de una tasa de pobreza de 51,2% para junio, 38.8% para el tercer trimestre de 2024 y 38% para el bimestre de octubre-noviembre».
Milei salió rápido a destacar que en nueve meses su administración logró bajar «once puntos la pobreza», y el Ministerio de Capital Humano dijo que la Argentina atraviesa un «fuerte proceso de descenso sostenido de la pobreza, gracias a la implementación de políticas económicas que han contribuido a reducir la inflación y estabilizar la economía».
Para Agustín Salvia, director del Observatorio Social de la UCA, «no hay mucho para festejar». El experto alertó que «persisten privaciones injustas, ya que cada vez más personas viven en hogares que deben recortar gastos en alimentos por no tener ingresos suficientes. Esta situación afecta a más del 30% de los niños y niñas del país».
Pero Salvia coincide con el Gobierno en que la medición de pobreza por ingresos es una «pobre medida para evaluar las privaciones económicas o los recursos a los que acceden los hogares. Es una comparación de una canasta contra un ingreso. Pero la necesidad de los hogares se mueve de muchas maneras distintas«.
«Uno de los fenómenos que ha ocurrido es que aumentaron los costos fijos, por ejemplo, en comunicación, salud, gas, agua, luz, prepagas, transporte y otros servicios. Eso hizo que, aunque los hogares tuvieran más plata, la destinaron a pagar más dinero por los servicios», explicó. Según un informe de la UBA y el Conicet, la canasta de esos servicios subió 500% promedio en el AMBA, y golpeó con fuerza a los sectores medios.
Este escenario significó, según Salvia, «más costos fijos y menos capacidad de consumo de otros bienes». Y entre esos otros bienes que no se pueden comprar, también está la comida. «Se va reduciendo la capacidad de consumo en alimentos, aunque es lo último que se trata de reducir. Pero finalmente se hace y se produce este efecto.
Sobre la base de este criterio, que evalúa la necesidad de las familias de reducir la cantidad o la calidad de los alimentos que consume por razones económicas, el experto asegura que «no hay nada para festejar» en la reducción de la pobreza. «La inseguridad alimentaria es una medida mucho más directa, precisa y fiable para medir la pobreza real de la Argentina», señaló Salvia.
El reporte elaborado por el Gobierno cita datos presentados por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA que reflejan que tanto la incidencia de la indigencia como de la pobreza han disminuido con relación al mismo trimestre del 2023.
«Este descenso se explica por dos factores clave: la política de desintermediación implementada por el Ministerio de Capital Humano, que permitió que los recursos lleguen de manera más eficiente a los sectores más vulnerables, y las decisiones macroeconómicas tomadas por el Gobierno que ayudaron a disminuir los índices de pobreza», indicó el Gobierno.
Los factores que explican la disminución de la pobreza en el índice del Gobierno
El informe del Ministerio de Capital Humano aseguró que «gracias a la implementación de políticas económicas que han contribuido a reducir la inflación y estabilizar la economía, la pobreza continúa descendiendo en el año, tras haber pasado del 54,8% el primer trimestre, al 51% en el segundo, y con proyección del 38,9% para el tercero. Asimismo, la incidencia de la indigencia se ubicó durante este período en 8,6%, después de haber registrado 20,2% en el primer trimestre y 16% en el segundo», detalló un comunicado oficial.
«Esta drástica disminución se debe, mayoritariamente, al efecto de la desaceleración del incremento de precios y al incremento relativo de la capacidad de compra de los ingresos laborales de los sectores medios», aseguraron desde la UCA.
Capital Humano también destacó que «este descenso se explica por dos factores clave: las políticas económicas tomadas por el Gobierno que ayudaron a equilibrar la macroeconomía y poner un freno a la inflación, y la focalización de transferencias hacia los sectores más vulnerables, directas y transparentes».
Desde esa cartera indicaron que «al inicio de la gestión el 50% de los recursos destinados a las poblaciones más vulnerables se distribuía a través de intermediarios, como Unidades Ejecutoras del programa Potenciar Trabajo, comedores y cooperativas, mientras que el otro 50% se transfería directamente».
En contraste, Capital Humano señaló que en la actualidad «el 93,5% de los recursos alimentarios son transferencias directas a las familias que más lo necesitan».
«Los montos de la Prestación Alimentar llevan acumulados un 137,5% en esta gestión y se extendió la cobertura a más de 600.000 adolescentes de entre 14 y 17 años. Además, la AUH creció un 340% en 11 meses, lo que signica un crecimiento real del poder adquisitivo del 107%», dijeron.
La medición oficial de pobreza, que elabora el organismo estadístico, es de carácter semestral y el último dato conocido es el de la primera mitad del año, que fue de 52,9 por ciento.
Un informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) analizó los mismos microdatos difundidos por el Indec y llegó a conclusiones similares. «La población en situación de pobreza se encuentra en valores similares al tercer trimestre de 2023 (38,6% en 2023 y 38,9% en 2024)», indicó el director de ese observatorio Agustín Salvia.
Y consideró que «esta drástica disminución se debe, mayoritariamente, al efecto de la desaceleración del incremento de precios y al incremento relativo de la capacidad de compra de los ingresos laborales de los sectores medios».
Respecto de la caída de la indigencia, la UCA estimó que se encuentra en valores inferiores a un año atrás. Este indicador pasó del 10% al 8,5%, al comparar el tercer trimestre de 2023 y el de 2024. Lo cual muestra una coyuntura de rápida recuperación, al considerar que en el segundo trimestre de este año se encontraba en esta situación el 16% de la población. Esto se debe, básicamente, al incremento de los ingresos no laborales de los hogares de estrato más bajo y a la marcada desaceleración del aumento de precios, principalmente en lo referidos a alimentos y bebidas.
El cálculo oficial fue realizado por Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales (CNCPS), que pertenece a la cartera que conduce Pettovello, sobre la base de datos publicados por el Indec.
Según especialistas, la clave para bajar en forma drástica la pobreza y la indigencia es consolidar un crecimiento económico a largo plazo.
Coinciden en que creciendo 3% o 4% durante diez años se podría llegar a un nivel de pobreza menor al 20%.
Para eso, sería clave evitar las recurrentes crisis que hay en este país, que se producen cada menos de 10 años y que impiden que la Argentina tenga un crecimiento sostenido.
Aún tratándose de proyecciones a la espera del dato definitivo del Indec, Salvia convalida la idea de que la desaceleración de la inflación, en efecto, hizo bajar la pobreza a lo largo del último año. Y al mismo tiempo, advierte que las prestaciones sociales, como la AUH o la Tarjeta Alimentar, impactan sobre la indigencia, no sobre la pobreza.
«El efecto de los programas sociales sobre la población de clase media que cayó en la pobreza es casi nulo, porque no son beneficiarios de esos programas. Más aún, los rechazan en términos generales», explicó.
De esa forma, la reducción de la pobreza por la vía de la baja de la inflación es evidente y, explica Salvia, puede seguir por algunos meses más. Luego, encontrará un límite si la actividad económica no deja atrás la etapa del rebote para encontrar un sendero de crecimiento, advirtió.
Qué se necesita para reactivar la economía y disminuir la pobreza
Habrá que ver si en el primer semestre de 2025 hay un proceso de reactivación efectiva de la economía, que cree empleo. Si eso ocurre, sumado a la caída de inflación, sería relativamente fácil llegar al 35% o 33%, según los expertos.
Pero alertan que si solo se cuenta con la baja de la inflación, la pobreza tenderá a estabilizarse, y las caídas serán mucho más pequeñas que las registradas hasta ahora.
Para bajar la pobreza, ese proceso de reactivación debe incluir un aumento del consumo y una mayor demanda de empleo en la pequeña y mediana empresa, entre otros elementos.
«Hasta ahora no tuvimos reactivación, tuvimos estabilización», explican distintos especialistas, y alertan que lo único que hay para festejar es que efectivamente se salió de la crisis, aunque se encontró un piso estructural de pobreza e indigencia que no será fácil de perforar.
A pesar de los avances logrados durante las primeras dos décadas del siglo XXI, la pobreza sigue afectando a más de 200 millones de personas en América Latina y el Caribe, de las cuales cerca de 100 millones viven en condiciones de pobreza extrema, según el último informe difundido por el Banco Interamericano de Desarrollo.
El informe identifica que más de la mitad de las personas en pobreza extrema están concentradas en tres países: Brasil, México y Venezuela. «Estos tres países concentran el 60% de los pobres y el 59% de los extremadamente pobres de la región», señala el documento.
El estudio detalla que dos tercios de las personas en situación de pobreza y poco más de la mitad de aquellas en pobreza extrema residen en áreas urbanas. Sin embargo, esta distribución varía considerablemente entre países. Mientras que en Bolivia y Guatemala la pobreza extrema está fuertemente concentrada en zonas rurales, en países como Chile y Uruguay el problema tiene un rostro predominantemente urbano.
Como ocurre en la Argentina, en la región también la infancia es particularmente vulnerable: el 39% de las personas en extrema pobreza son menores de 15 años.
Uno de los hallazgos más significativos de la investigación es que la pobreza extrema tiende a ser crónica.
Según el BID, el 88% de los hogares en pobreza extrema permanecen en esta situación durante largos períodos, lo que refleja la dificultad de superar estas condiciones sin apoyo sostenido.
El empleo formal sigue siendo un espejismo para los no pobres. Estos tienen cinco veces más probabilidades de estar empleados formalmente que los extremadamente pobres. Esta disparidad no solo afecta los ingresos, sino también el acceso a beneficios laborales y protección social.
En cuanto a la educación, la brecha es igualmente alarmante. Los extremadamente pobres tienen tasas de finalización de la educación secundaria significativamente más bajas, y sus hijos suelen asistir menos al preescolar. Esto perpetúa las desventajas a lo largo de su vida laboral, lo que perpetúa las barreras para la movilidad social.
En salud, casi el 50% de los más pobres carecen de seguro médico, en comparación con solo el 20% de los más ricos, lo que impacta en su calidad de vida y bienestar general.