La semana pasada, mientras tomaba una sopa de raíz de apio en el Empire Diner de Manhattan, Nicole Kidman (57) me contó anécdotas sobre el espectáculo navideño de Las Rockettes, al que había asistido la noche anterior con sus hijos y su marido, el cantante Keith Urban: “Le decía a mi marido: ‘¿Por qué nos gusta tanto?’. Y él me contestó: ‘Porque es un recuerdo. Estás recordando al niño que llevas dentro’”.
Últimamente, Nicole Kidman estuvo pensando mucho en este tipo de cosas, trazando su vida y su carrera como parte de un continuo. Su nueva película, Babygirl, es una de esas reconexiones: aunque recientemente se la vio en espectaculares series de streaming como La pareja perfecta y Lioness: Special Ops, supone un regreso al tipo de cine arriesgado y de autor por el que solía ser aclamada.
Dirigida por Halina Reijn, Babygirl está protagonizada por Kidman en el papel de Romy, una elegante directora ejecutiva con un marido cariñoso (Antonio Banderas) pero una vida sexual insatisfactoria: temerosa de explorar su deseo de ser dominada, Romy encuentra su perversión en un joven becario (Harris Dickinson), con el que se embarca en un tumultuoso romance.
“Es muy reveladora”, admite Kidman sobre esta película de gran carga sexual. Cuando la vio por primera vez con público, se sintió tan desnuda y vulnerable que enterró la cabeza en el pecho de Reijn.
Babygirl podría valerle a Kidman su sexta nominación al Oscar y ya le valió la prestigiosa Copa Volpi a la mejor actriz en el Festival de Venecia de septiembre, aunque la actriz tuvo que perderse esa ceremonia tras el fallecimiento de su madre, Janelle, a los 84 años.
Hablemos de eso, hablemos de sexo
-¿Qué tipo de reacciones te suscitó hacer «Babygirl?»
-De todo. Me convertí en una especie de terapeuta sexual, y dije: “¡No estoy equipada!”. Pero la gente está fascinada, quiere hablar de eso, los excita, los perturba, y en realidad trata de una crisis existencial. Sí, trata de sexo, pero también de una mujer que se pregunta: “¿Quién soy yo?”. Se encuentra en un estado muy turbulento porque no está segura de quién es o qué quiere, y eso es algo con lo que la gente se puede identificar. Aunque tiene una mirada femenina, no tiene género: tiene algo muy liberador.
-¿Cómo fue tu relación con Halina? Ya rodaste películas sexualmente explícitas, como «Ojos bien cerrados» y «Amores peligrosos», pero esta vez abordás ese material con una cineasta femenina.
-Me siento muy segura, como si estuviera con mi mejor amiga. Ella y yo estamos muy unidas, y ahora es una sensación horrible porque probablemente se vaya con otra. Es horrible como actriz, porque estás como, “No, ya no voy a ser tu niñita. Ya no me prodigarás tu amor”.
-¿Cómo se gana un cineasta su confianza para hacer algo como «Babygirl»?
-Tengo una confianza innata. Mi madre siempre me decía: “Confiás demasiado, Nicole, ya basta”, pero yo siempre confío hasta que me quemo, y entonces vuelvo a confiar. Me gusta la intimidad, probablemente por eso digo que ahora detesto dejar a Halina: formás esas amistades con la gente que van mucho más allá del trabajo. También con los actores: mirás a los ojos de otra persona, estás ahí. Cuando te abrazan y pasás por algo, lo están pasando juntos. Es una conexión auténtica, real.
Vulnerable de mi lado más culpable
-Sin embargo, no es fácil seguir siendo tan vulnerable.
-Probablemente soy demasiado porosa y estoy demasiado disponible; mi marido dice que no tengo suficientes escudos a mi alrededor. Mi naturaleza es tímida, pero a medida que fui creciendo tuve conversaciones muy, muy profundas.
Ver a mi madre pasar por los últimos 10 años de su vida -una mujer muy intelectual, pasando por la desaparición de su cuerpo pero no de su mente- fue un camino extraordinario para acompañarla a través de todo eso. Yo era su primogénita y su confidente, así que fue una experiencia muy profunda ser madre de chicas jóvenes (NdeR: tiene dos hijas con Urban y una hija mayor y un hijo con su ex marido, Tom Cruise) y que mi madre pasara por la última década de su vida y fuera muy verborrágica al respecto.
-¿Qué te dijo?
-Era frustrante, ya que su cuerpo cedía en diferentes momentos y no podía hacer las cosas que quería. Las llamadas nocturnas eran las más interesantes, porque eran a las tres de la madrugada y a veces hablábamos durante dos horas sobre lo que significa envejecer, su belleza y su dolor. Era muy consciente de lo que significaba y tenía mucha frustración y rabia. ¿Conocés el poema “No te vayas suavemente en esa buena noche”? Eso era muy propio de ella.
-¿Estabas en Venecia cuando te enteraste de que había muerto?
-Acababa de bajarme del avión y todo fue como una avalancha. Como dice Halina en Babygirl, la avalancha está llegando. Pues bien, a mi madre le llegó la avalancha.
-Cuando le pregunté a tu coprotagonista Harris Dickinson si le preocupaba cómo lo percibirían después de «Babygirl», me dijo: “¿Por qué me voy a preocupar? Todos vamos a morir algún día”.
-Así habla la juventud. Y luego Antonio (Banderas) es fascinante porque tienes lo contrario: tuvo un infarto grave y sobrevivió, así que tiene una visión extraordinaria de la vida. Eso sí que es vitalidad. Está tan metido en el mundo y es tan emocional. Quiero cantar las alabanzas de Antonio porque se presentó en el estudio abierto y dispuesto, y apoyando a Halina. Tenemos hombres increíbles en esta película, lo que hay que destacar, porque no es algo que se dé por hecho. ¿Habría habido hombres que no hubieran querido hacerlo? Probablemente, porque es muy sexual, y eso confronta.
-¿Fue una confrontación para vos?
-Sí, porque es increíblemente profundo. Siento que expuse una parte de mí que es muy privada.
-¿Te sentiste así antes cuando hiciste material con carga sexual?
-No tanto como en este caso. En Big Little Lies, a veces, porque esas cosas eran muy, muy duras, y yo estaba magullada y maltratada. Con esto, mi corazón está en la pantalla. Es diferente. Tuve que ir a otro lugar para hacerlo, donde me dije: “Pensá que esto no lo va a ver nadie, pensá que es profundamente íntimo y sólo aquí ahora”.
-La película trata de liberarse de la vergüenza. ¿Cómo es capaz de hacerlo una actriz que se adentra en lugares arriesgados o explícitos en su trabajo?
-Siempre he tenido este loco compromiso. Encontré mi lugar en el mundo a través de la literatura y el teatro cuando era más joven: iba al teatro los fines de semana y expresaba muchas cosas diferentes que se filtraban dentro de mí. Me salvó la vida. Así que con la pérdida de mi madre, me pregunto: “¿Adónde va toda esta emoción?”. Puedo ponerla en una cajita o puedo ponerla en una voz artística. Hay una razón para hacer estas cosas, y me conecta con el mundo: lo que yo estoy viviendo, lo vivió otra persona.
-Si pudieras retroceder 15 años y ver lo que estaba por venir en tu carrera, ¿qué te parecería?
-Me escandalizaría.
-¿Qué te chocaría?
-Que sigo aquí y que hay vitalidad en el trabajo, porque nunca se sabe. Los directores tienen que elegir trabajar con vos, al igual que los guionistas y otros actores. Realmente no estás en el asiento del conductor y hay cosas que son incontrolables, así que seguir haciéndolo con esta capacidad es como: “¿Qué?”. No lo habría previsto.
Por qué elegir mujeres
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Nicole Kidman protagoniza «Babygirl»
-En 2017, prometiste trabajar con una directora cada 18 meses. Hoy, la mayor parte de tu trabajo es con cineastas femeninas.
-Hay una satisfacción increíble en ver cómo las carreras de las personas se encienden porque te pusiste detrás de ellas. Sé que siempre hablo de mi familia, pero mi madre pertenecía a una generación de mujeres que no consiguieron lo que querían. Parte de sus últimos diez años fueron de arrepentimiento: no tuvo la carrera que quería, no tuvo el recorrido intelectual que podría haber tenido. Probablemente hay una necesidad muy arraigada en mí de hacer eso por los demás, porque no me gustaba verlo. Fue un momento devastador para mí.
-Hasta cierto punto, «Babygirl» trata de eso: aunque Romy aparentemente lo tiene todo, hay algo importante que necesita y que ni siquiera siente que puede pedir.
-Pero ella está en una posición de poder, mientras que muchas otras mujeres tienen ahora más de 80 años y no tuvieron las oportunidades que deberían haber tenido. Entonces, ¿cómo cambiarlo? No dejando que vuelva a ocurrir, asegurándonos de que la próxima generación no lo sufra. Es muy satisfactorio poder decir: “Si la gente invierte en mí, quiero poder transferírselo y crear trabajo”. Y no me refiero sólo a los actores, sino también al equipo, porque es difícil.
Ahora mismo en la industria, sé que parece que se están haciendo muchas cosas, pero no es así. Eso tuvo un impacto masivo en los equipos. Ahora mismo, estoy haciendo un programa en Tennessee y todos están trabajando. No puedo decirte lo que se siente. Es emocional, porque decís: “Dios mío, estoy en una posición en la que si hago esto, podría ser tan genial”.
-¿Tenés la sensación de que las series de streaming sustituyeron a las películas de estudio? Cuando «La pareja perfecta» alcance el número 1 en Netflix, quizá pueda ofrecer el mismo tipo de impulso a tu carrera que ayuda a hacer una película como «Babygirl».
-Fue increíble que se encendiera al mismo tiempo que Babygirl, y son tan diferentes. La gente que vio La pareja perfecta no va a ver Babygirl y ni siquiera oyó hablar de ella. Hay muy pocas cosas que peguen en el espíritu de la época, pero hay muchas cosas que funcionan en ámbitos concretos, así que más vale encontrar tu amor por lo que hacés y que la gente lo encuentre. Lo próximo que quiero hacer es una obra de teatro, porque es pequeña.