Según la Organización Mundial de Accidentes Cerebrovasculares, el ACV es la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad en el mundo. Cada año se registran 12.2 millones de nuevos casos, de los cuales 6.6 son fatales. El ACV afecta a 1 de cada 4 personas. La WSO (World Stroke Organization) estima que más de 100 millones de personas viven con secuelas por haber padecido un accidente cerebrovascular. Y las cifras crecerán por el aumento de la población y la mayor expectativa de vida.
¿Qué están haciendo los países para enfrentar esta realidad? Algunas respuestas se escucharon en el XXVI Congreso Iberoamericano de Enfermedad Cerebrovascular que se realizó esta semana en Bogotá, Colombia. Entre las propuestas se destacó la de armar redes que involucren a todo el sistema hospitalario, que puede incluir tanto al sector público como al privado. Hay varios países que ya las tienen en práctica. En Argentina, país federal, las redes avanzan en algunas provincias, no en todas. Y la idea de una ley nacional parece lejana.
¿Por qué son importantes las redes? Porque frente al ACV -se interrumpe el flujo de sangre al cerebro o se produce un sangrado en el cerebro- la clave es actuar con la mayor rapidez posible: una persona que es tratada dentro de las primeras cuatro horas y media puede salvar su vida y prácticamente no tener secuelas. Pero pasado ese lapso de tiempo las consecuencias pueden ir desde diversas discapacidades hasta la muerte. Cada minuto mueren dos millones de neuronas.
Llamado a la urgencia
«En las Américas, las enfermedades cardiovasculares causan dos millones de muertes anuales, cuando 700 mil son prevenibles, es decir, un tercio. Y no logramos salvar esas vidas. Este es un llamado a la urgencia», pidió el especialista colombiano Esteban Londoño.
En la Región, detalló, entre el 80 y el 90% de la mortalidad por eventos cardiovasculares son por cardiopatías isquémicas y accidentes cerebrovasculares. Y si bien hubo avances, marcó que desde 1990 a hoy se ve «un aumento sustancial del número anual de casos y muertes». En la última década los mayores aumentos se ven en las poblaciones más jóvenes. Incluso muertes en personas de 15 a 49 años.
La hipertensión no controlada es el 60% de la causa del ACV. Y en la Región una de cada tres personas con hipertensión desconoce que la tiene: sólo el 35% de los adultos con hipertensión la tiene controlada.
Poner el ACV en agenda
En Argentina ocurren aproximadamente 120.000 casos anuales, los cuales representan 40.000 muertes y 40.000 nuevas personas con discapacidad cada año. Como en el resto del mundo, en el país el ACV también representa la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad.
«El ACV no tiene tanta prensa como el infarto agudo de miocardio, pero es igual de clave y paralizante», dijo Carlos Giordana, Secretario de Salud de la Provincia de Córdoba. Este médico cardiólogo argentino, presente en el Congreso de la Global Stroke Alliance, habló de la red de ACV de su provincia, que ya cumplió un año y es una de las pocas del país.
«La red es una estructura de atención y coordinación médica diseñada para mejorar la respuesta y tratamiento de los pacientes con ACV. El objetivo es que haya colaboración entre hospitales, servicios de emergencia y especialistas en neurología para reducir el tiempo de diagnóstico y tratamiento, mejorando los resultados de los pacientes. La red es importante porque reduce la mortalidad y las secuelas de los ACV al agilizar el acceso a tratamientos específicos«, explicó Giordana.
La red cordobesa está basada en el sistema público, cuenta con centros con capacidad para tratamientos como trombólisis y trombectomía, que son los que aumentan la efectividad en las primeras horas del ACV. Tienen protocolos estandarizados, basados en buenas prácticas y guías internacionales, para garantizar que la atención sea uniforme en todos los centros.
Giordana habló de la capacitación constante del personal y del seguimiento y monitoreo de los resultados. La red tiene un grupo de whatsapp en el que están conectados neurólogos, neurocirujanos, intensivistas, médicos de guardia, directores de hospitales y hasta funcionarios del Ministerio de Salud. Entre todos se coordinan los pasos a seguir, como la internación o la derivación según la complejidad.
La Red de ACV de Córdoba se hizo mediante una resolución ministerial de 2023. Corrientes tiene una resolución similar. Tucumán, Mendoza y Jujuy cuentan con programas provinciales de ACV. Y hay cinco provincias con leyes aprobadas: Buenos Aires, Salta, Neuquén, Tierra del Fuego y La Rioja. Es decir, hay diez provincias que vienen trabajando sobre el fortalecimiento de las redes de ACV. Del resto -las otras 13 provincias y Caba-, algunas están avanzado sobre el tema, como las de la Patagonia, que buscan armar una red regional.
Qué hacer frente a los síntomas
El ACV se produce cuando se obstruye o rompe una arteria del cerebro: puede ocurrir cuando el flujo de sangre al cerebro queda bloqueado o cuando se produce un sangrado repentino en el cerebro.
Los síntomas pueden ser muy sutiles y el inicio es típicamente brusco. Los más frecuentes son: debilidad o alteraciones de la sensibilidad, confusión al hablar, problemas para ver o caminar, mareos, pérdida de equilibrio o falta de coordinación del cuerpo, dolor de cabeza muy intenso y repentino, dificultad para leer yo escribir. La cara se puede torcer, un brazo o una pierna puede paralizarse y las ideas volverse incoherentes.
Hay encuestas que dicen que el 90% de la gente reconoce estos síntomas, pero el 70% no sabe qué hacer. Lo más importante es no perder tiempo: ir a un centro de salud, y que idealmente atienda específicamente ACV. En Caba, por ejemplo, hay que ir directo al Pirovano o al Ramos Mejía.
Si no se puede ir directo a un hospital hay que llamar a una ambulancia, que debe notificar al centro de salud sobre el ACV, entonces al llegar se hace una tomografía de inmediato, se mide el azúcar en la sangre y se da la medicación correspondiente, un trombolítico que disuelve trombos o coágulos de sangre.
Este activador mejora las probabilidades de recuperarse de un accidente cerebrovascular. Hay estudios que muestran que los pacientes con accidente cerebrovascular isquémico que reciben el activador tisular del plasminógeno tienen más probabilidades de recuperarse completamente o de tener menor discapacidad que los pacientes que no reciben el medicamento.
Los costos y la prevención
La mejor política sanitaria es evitar los factores de riesgo, con campañas de concientización. Esa es la clave del asunto, y es unánime: «los costos sanitarios de atender pacientes son altísimos, muchísimo más que la prevención».
«Está claro que hay que ser más eficientes en el gasto. Una persona que sufrió un ACV deja de ser productiva, y un familiar suyo también, ya que debe cuidarlo. Un tratamiento posterior a un ACV equivale a tratar a 50 mil personas por hipertensión», aseguró Claudio Jiménez Monsalve, codirector del Centro de ACV del Hospital Simón Bolívar de Bogotá. Dijo que en Estados Unidos se gastan 30 mil millones de dólares en personas que sobrevivieron a un ACV, teniendo en cuenta los costos hospitalarios y todos los especialistas que luego deben intervenir en las rehabilitaciones y cuidados.
«Las redes son la mejor solución posible porque no hay tomógrafos en cada ciudad, y trabajar en red con derivaciones y teleasistencia aumentan los números de las personas que se pueden tratar. Las redes, y con un protocolo único, vuelven al sistema más eficiente«, sostuvo Jiménez Monsalve. En Bogotá hay una red público-privada desde hace 5 años.
En Bogotá hablaron neurólogos y cardiólogos. Los funcionarios escucharon. «No se puede avanzar si no hay políticas públicas claras de ACV, y sin voluntad política«, resumió Pedro Lavados, presidente de la Sociedad Iberoamericana de Enfermedad Cerebrovascular. Insistió con las campañas de prevención, y la creación de redes para atenciones rápidas y eficientes si el evento ya ocurrió.