A diferencia de otros cantantes de bandas populares que suelen apartarse de sus compañeros para emprender su propio camino, Piti Fernández apela a defender ambos polos, sin abandonar ninguna de sus aventuras musicales: Las Pastillas del Abuelo, su grupo histórico, y su carrera solista, que ya consta de gran convocatoria a lo largo y ancho del país cuando sale de gira.
Se trata de Tuertos Vivos, con el que coronará el año en el C Art Media del barrio porteño de Chacarita, el 7 de diciembre, junto a Los Irrompibles, como llama a los músicos que lo acompañan en su proyecto en solitario.
“Estuvimos en Villa Mercedes, durante seis días sin salir a ninguna parte. El lugar tenía un complejo con desayunador, una sala de juegos y el momento de grabación. Así, todos los días. Fue una gran experiencia de convivencia la del registro del disco próximo. Coronamos esa estadía con un show en San Luis”, relata al principio, enfocado en su gran proyecto de fin de año.
Las temáticas que lo abordan hoy por hoy tienen mucho que ver con su lectura de la realidad como, por ejemplo, cuando analiza la expresión de la palabra libertad, en canciones como Libertad es presión.
“Es un juego de palabras. La libertad es creatividad, es respeto por uno y por el otro, es tener la habilidad para respondernos y además es estar cerca de la paz. Aparte es aceptar cuándo se puede y cuándo se elige. De lo contrario es libertinaje. Se la altera mucho a la palabra, hoy hay quienes la ridiculizan, la menosprecian y tergiversan la historia”, dice el músico.
Sin embargo, no se aleja de las críticas y contradicciones acerca de cómo se la utiliza según las diversas ideologías políticas. Para el caso, dentro del peronismo.
“Hoy se lo quiere al Che Guevara afeitado y a Juan Perón de izquierda. Por ejemplo, Diego Maradona tenía al Che tatuado en un brazo y a su vez era peronista”, relata. Luego, casi sin escala, apunta a internet, recordando la película Wall-E, “en que lo privado es negativo. Divertida es esa realidad en un mundo 80 por ciento virtual”.
Con una ayudita de YouTube
No obstante, Fernández puede resultar un poco contradictorio en la crítica, pues él irrumpió en el ámbito musical a través de YouTube, cuando subió su canción El Sensei y explotó de reproducciones a principio del milenio.
“En realidad fue medio como un accidente. Un amigo hacker me planteó que podía subir una canción a internet y que todos la podían bajar. Como sabía mucho del tema, le pedí que trabajara con nosotros”, asume. Aunque luego aclara algo importante: “Nunca más tuve redes sociales. Recién volví a abrir solamente para mi carrera solista. Hoy las mías son redes laborales, no son sociales”.
Por otra parte, su fanatismo por Eric Clapton, Joaquín Sabina y el Indio Solari no es cuestión menor, ya que estos músicos influyen desde diferentes costados tanto en su carrera solista como en Las Pastillas del Abuelo.
“Primero de todo, a través de papá apareció un disco de Kenny Rogers, al mismo tiempo que empecé a tocar la guitarra. Enseguida, descubrí el Unplugged de Eric Clapton y cuando escuché Layla, me voló la cabeza. Entonces investigué su música y encontré su pasado en el country”, narra con entusiasmo acerca de sus inicios en la música.
Y sigue: “Cuando tuve 15, también a través de papá, escuché el disco Física y química de Joaquín Sabina, que me llevó hacia otro lado. Yo venía de tocar canciones de Bob Marley, pero me direccioné hacia Sabina”.
Aunque lo más fuerte le sucedió dos años más tarde, cuando se topó con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
“Éramos cinco amigos y fuimos juntos al estadio de Racing a ver a los Redondos. ¡Podés creer que nos robaron a los 5! Igualmente, no lo vivimos de mala manera, sino como una experiencia. Para resumirte: El truco mío fue amalgamar la onda Sabina con lo ricotero. Y también, algo de lo aprendido de Miguel Abuelo”, argumenta y suma.
¿Solista o en grupo?
Respeto a su responsabilidad al encarar dos proyectos musicales en paralelo, la pregunta obligada es si se le cruza por la cabeza dedicarse full time a lo solista.
“Las Pastillas están en el ADN de la gente y con los años se hizo más grande. Somos transparentes y todos saben que somos un buen grupo de gente. Conversamos todo. Quizás a veces pudo haber mala comunicación, pero lo bueno es que hablamos. No es mi idea abrirme de nada”, responde.
Toma aire y prosigue: “Son siete años de trabajar la comunicación con mis compañeros de Las Pastillas, incluso en formas que no estaban exploradas. Yo no esperaba ser convocante con lo mío. Volví a tocar en boliches de rock para 100 personas, volví al under. A veces en un mismo fin de semana toco para 16 mil personas con Las Pastillas y para 100 en un pequeño lugar con lo mío solista”.
Según Piti, contar con tanta actividad artística y una agenda abultada no afecta el panorama familiar.
“En la semana estoy presente: llevo y voy a buscar a mis hijas al colegio. Estoy mucho más presente en la casa. De todos modos, este año me propuse tener un fin de semana libre por mes, así estoy con mi familia, con mi pareja y, si puedo, voy a ver a Huracán”.
-Hace un tiempo le pediste casamiento a tu pareja desde arriba de un ring, ¿ya contrajiste matrimonio?
-¡No aún! Nos casaremos el 22 de febrero del año que viene. Estamos abocados al tema. Sabrina es una mujer maravillosa y es muy comprensiva.
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«Piti» Fernández se encontraba participando del evento «Parense de Manos», que se realizó en el Luna Park.
Aficionado al kickboxing
En paralelo, el tema del ring cuenta con alta relevancia en su vida: el kickboxing lo apasiona y entrena todos los días, incluso ya combatió una vez en Chile y otra en el Movistar Arena, donde le ganó al streamer Cocker.
“Practiqué artes marciales cuando era chico, hasta los 14. Y cuando cumplí 40, me propuse retomar la actividad física. Entreno todos los días por la mañana y tres veces por semana voy al PFC, donde me preparan. Es probable que vuelva a combatir el 27 de diciembre”, revela.
Y continúa esclareciendo: “Lo que se entrena en el kickboxing es el corazón, los brazos, las piernas. Aunque lo más importantes es trabajar la situación incómoda de no tener más aire para combatir, volver al round al pelear, aunque sientas que ya no podés”.
A propósito de “pelearla”, este tema es una constante en el entorno familiar del músico: su hija Josefina sufre de diabetes infantil y Piti le dedicó una canción llamada Azúcar impalpable.
“Lógicamente, cuando se lo diagnosticaron y era pequeña, tuve miedo. Pero fuimos adelante. Hoy está estable. Lleva un micro infusor de insulina que la mantiene estable. Ella puede hacer su vida: va a karate y a inglés”, detalla con alivio.
Después, especifica lo que aprendió: “Fue todo muy shockeante en su momento. Esto de las enfermedades mal llamadas crónicas. ¡Tienen tratamiento! Al principio no fue fácil, pero de a poco mi hija empezó a manejarse bien de manera independiente”.
De todos modos, más allá de cuestiones familiares y de trabajo, Piti se toma su tiempo para ir a la cancha de Huracán y mirar algunos partidos de fútbol del club de sus amores.
“Mi papá y mi abuela eran de Racing, pero una vez pasaron por la puerta del estadio con mi hermano mayor y le dijeron que ese era el Palacio Ducó. Mi hermano flasheó y bajaron. Había un hombre de mantenimiento y mi hermano pensó que era el dueño del palacio. Después de eso, todos nos hicimos de Huracán”, anecdotiza.
Maradona y el pedido para la Tota
Y detrás, retoma sobre el Globito y se emociona cuando se acuerda del momento que conoció a Maradona, tras dedicarle una canción en la cancha de Parque Patricios.
“Había un bullicio tremendo esa vez. Y apareció Diego, con dos de seguridad delante suyo y rodeado de gente. Entonces se metió en nuestro vestuario y me dio un abrazo largo. Después uno de los chicos me expresó: ‘¿Viste lo que te dijo?: Dos potencias se saludan’. Claro, yo me quedé perplejo que no sabía ni cómo reaccionar de la emoción”.
¿Cómo siguió la relación con el astro del fútbol? “Nos invitó a su casa en Parque Lelior, nos atendió durante 20 minutos, nos agradeció por la canción y nos pidió que le escribamos un tema a La Tota, su mamá. Tuvimos que cumplir con su pedido”.
Otra relación afectiva trascendental es la que el frontman de Las Pastillas del Abuelo mantiene con Gustavo “Chizzo” Nápoli de La Renga:
“Yo lo quiero muchísimo. Es un compañero, de rutas, de vivencia, de cultura. Me invita siempre a girar con la moto, pero aún estoy en deuda con él. Chizzo es una persona despierta, muy leído. Me acuerdo cuando participó de la grabación de la canción Tengo miedo al silencio, me invitó a reflexionar al respecto. Me dijo que el silencio podía ser algo muy positivo”.
Y cuenta sobre sus motos: “Tengo dos: la Honda 750 Spirit y una Harley Street Bob 1600. La moto es un viaje, una meditación en movimiento. No suelo andar cuando llueve porque es peligroso. Me suelo hablar con los Hells Angels. Incluso anduvimos con las Harley por San Juan, San Luis y Mendoza, ¡hasta atravesamos la ruta con viento zonda!”, enfatiza con orgullo.
Por otro lado, estos tantos viajes llevaron a Piti a inspeccionar y profundizar su apasionamiento por Luca Prodan, a quien homenajea versionando canciones en otro grupo alternativo que tiene: Virna Lisi.
“En estos tantos viajes con la música, hace 15 años me compré un terreno en Nono, donde vivió Luca Prodan. Porque siempre fui tan fanático suyo, que quise tener un lugar en el espacio donde él vivió. Su historia me voló la cabeza. Con Virna Lisi, lo homenajearemos a fin de año”, manifiesta.
-Para concluir, ¿qué significan las rutas para vos?
-¡Uf! Son demasiado importante en mi vida: las rutas son meditación, escape y, por sobre todo, la libertad: la verdadera libertad.