Oscar Martínez: Hay un público que agradeció la ironía con la que se tratan ciertos tópicos

Cuando Oscar Martínez trabajaba en la librería Fausto y atendía a Quino o a Carlos Gorostiza inventando excusas para una charla compartida en el café de la esquina ya sabía que era actor. Cosa del amor o del destino. Y mientras se perdía en esa calle Corrientes de disquerías abiertas hasta la madrugada, cines atestados de gente cuidadosamente vestida y elencos que hablaban de mesa a mesa en el restaurante Edelweiss presintió que algún día todos conoceríamos su rostro. Tenía razón.

De “La tregua” a “Amadeus”, de “Relatos salvajes” a “El ciudadano ilustre”, de “El último de los amantes ardientes” a “ART”. Todos los caminos conducen al gran actor argentino salud. Hoy vuelve a ser Antonio Dumas, director de un rocambolesco museo de arte contemporáneo, en la segunda temporada de “Bellas Artes”, la exitosa serie de Cohn y Duprat que puede verse en Disney+ . Allí comparte ironía, monopatín eléctrico, astucia y algunas actitudes pocos santas con estrellas como Miguel Ángel Solá, Milena Smit, Ángela Molina e Imanol Arias.

Y cuando pensamos que ya sabemos todo sobre él siempre hay lugar para la sorpresa, Oscar Martínez devela su faceta de gran conversador en esta charla con NOTICIAS.

Noticias: Varias temporadas de “ART”, dos de esta serie, ¿podemos decir que el arte lo persigue?

Oscar Martínez: Agreguemos “El ciudadano ilustre”, “Competencia oficial”, también estuve con “Mozart” (se ríe). Particularmente en el universo de Cohn y Duprat siempre aparece el arte de alguna u otra manera, en las tres que hice fui un Premio Nobel de Literatura, un actor y el director de un museo de arte contemporáneo.

Noticias: ¿Cuándo fue el momento de su conexión con el arte? Se me ocurre que en su caso fue con el teatro, donde pensó: “Este es mi lugar y esto es lo mío”.

Martínez: Creo que nunca tuve duda de que fuera lo mío. Empecé a trabajar a los 21, está muy bien el inciso que pusiste sobre el teatro, porque a pesar de que hace casi 10 años que no me subo al escenario, ahí es donde experimentás ese sentimiento de pertenencia, es el lugar más hondo, más apropiado para que eso ocurra. Me pasó de vivir esos momentos gloriosos y fugaces que son casi una epifanía donde uno tiene la certeza de estar en el sitio en el que tiene que estar haciendo aquello para lo cual vino a esta existencia, el teatro es un hecho vivo muy potente. A esta altura de mi vida sería un desatino dudar de que siempre quise actuar. Ya desde chico fue así, aunque en mi casa no se hablaba de eso ni había un hábito cultural en especial, éramos una familia de clase media común y corriente. No sé por qué, es un misterio, pero vino conmigo esa necesidad.

Noticias: Su hija Manuela es actriz y su hija Virginia es una destacada guionista. ¿Le enorgullece que de alguna manera sigan sus pasos?

Martínez: Nunca me propuse eso, siempre les di libertad para que eligieran ser lo que ellas quisieran. El camino de Virginia, por ejemplo, no fue en línea recta, empezó estudiando Psicología, dejó para hacer la Licenciatura en Artes Plásticas, después empezó a trabajar en teatro, fue asistente de dirección mía y tuve la sorpresa de que finalmente terminara escribiendo ficción cosa que por cierto hace muy bien. Tengo otra hija que se dedica a la música, dos que actúan y una de ellas además escribe. Lo decidieron solas, tampoco me preguntaron porque sabían cual era mi posición, yo sé lo maravillosa que es la profesión, pero también lo dolorosa que puede llegar a ser.

Noticias: Para muchos hoy la facturación manda. ¿En otra época ese lugar aspiracional lo ocupaba la cultura?

Martínez: Se valoraba mucho la formación, sin duda es así, en una época tenía mucho peso el conocimiento… Pero yo desobedecí ese mandato porque cuando empecé a estudiar teatro era una excentricidad, no estaba bien visto, tampoco era muy honorable y además era un pasaporte a la pobreza (risas). Todo el mundo me decía eso, pero por suerte fui muy vehemente, no sé si tuve confianza o fui empecinado y tempranamente me fue muy bien. Debuté con el “Clan Stivel” en televisión, hice “La tregua” con 24 años, todo eso consolidó mi elección.

Noticias: “La tregua” cumplió 50 años y “Relatos salvajes” acaba de celebrar su décimo aniversario, ¿qué recuerdos tiene de su trabajo en esas películas emblemáticas?

Martínez: Hay 40 años entre una y otra, pero las dos se convirtieron en recuerdos muy amables, gozosos. En el caso de “La tregua” yo venía trabajando en “Cosa juzgada”, había hecho dos películas dirigidas por Fernando Ayala, pero cuando me llamó Sergio Renán para participar de la película con ese elenco imposible de volver a juntar en la historia, porque no hubo nada igual ni antes ni después, fue algo muy importante. 

Noticias: Mucha gente ni se imagina el éxito de “La tregua”, fue la película de una generación.

Martínez: El éxito fue tan enorme que hoy es difícil de explicar, se estrenó en el Gran Rex y simultáneamente en todos los barrios. Después de  9 semanas a sala llena ahí, pasó al Iguazú en calle Lavalle y llegó a ser la primera película argentina que compitió por el Oscar a mejor película de habla no inglesa. Tuvo la desdicha de que le tocase compartir la terna con “Amarcord” de Fellini, una de las joyas del cine universal. Todos me auguraban un futuro arrollador en el cine,  al año siguiente vino el golpe militar del 76 y estuve sin filmar casi una década…

Noticias: Con eso podemos armar otra historia para “Relatos salvajes”, este país no descansa. ¿Cómo fue filmar con Szifron?

Martínez: Yo no había trabajado nunca con Damián, pero tenía mucho interés en conocerlo. Éramos vecinos, nos citamos en La Biela, trajo el guión y me dijo que era el único actor al que le daba a elegir entre dos historias. ¡La otra nunca la revelaré! (se ríe)

Noticias: Igual usted sabe que eligió la mejor, Oscar…

Martínez: (Sonríe) Creo que sí. Elegí una historia que no era tribunera ni tan efectista, yo sabía que eso podía no jugarme a favor, sin embargo, cada vez más gente me habla de ella porque quedó grabada en la memoria. “Relatos salvajes” en la cabeza del público son dos o tres historias y esa es una. El día que Szifron me dio el guión fui a casa, lo leí en tiempo record y a la media hora lo estaba llamando para tirarme de palomita. Trabajar con él fue unos de los mayores placeres que he tenido como profesional, su manera de filmar es única. Es una persona entrañable que crea un clima cálido en el set, tiene toda la película en su cabeza, filma solo lo que sabe que va a utilizar, tiene el montaje final en su mente.

Noticias: ¿Qué pasó cuando vio la película completa por primera vez?

Martínez: La verdad que no teníamos noción de la totalidad de la película. Me acuerdo que la vimos con Ricardo Darín y nuestro representante en una privada en el microcine de Warner. Nos dejó estaqueados, más o menos cada uno podía imaginar su historia, pero nadie había asistido al rodaje de las otras. Con Ricardo nos miramos y dijimos: “Che, ¡está bueno esto!” (risas). La disfrutamos como espectadores vírgenes. El éxito fue impresionante, cuando vi con qué locura había reaccionado el público en el Festival de Cannes, le dije a Szifron: “Esto en Argentina va a ser tremendo”. Y él todavía dudaba, estuvo nominada al Oscar y hasta el día de hoy es la película argentina más vista de la historia.

Noticias: Los actores están preparados para recibir el amor del público, pero Antonio, su personaje en “Bellas Artes”, se entera que alguien lo quiere y no sabe qué hacer con eso. ¿Vivimos una época donde es más común lidiar con la estupidez humana que con el cariño?

Martínez: Antonio no está muy facultado para esas lides (se ríe). Uno ve la relación que tiene con su hijo y su nieto, lo costoso, por utilizar un adjetivo delicado, que es ese vínculo con el pequeño. Es un tipo que vive solo y habla con su gato, uno no se lo imagina muy permeable a una relación amorosa  de verdad, de amor profundo, no una aventura pasajera. Y pese a eso me sorprendió muchísimo que el público lo quiera tanto. Cohn y Duprat crean estos antihéroes cuyo comportamiento antisocial termina siendo algo catártico para el espectador, sus personajes hacen cosas que alguna vez fantaseamos, pero no estamos dispuestos a pagar el costo de esas acciones. Porque la verdad, el tipo es desagradable, hasta puede llegar a ser hipócrita como buen político, es un negado a nivel emocional, pero lo aman igual. También hay un público que agradeció la ironía con la que se tratan ciertos tópicos de la corrección política. Todos los reclamos que empezaron con el ‘Me Too’ son incuestionablemente justos, el tema es que como dicen aquí, ¡nos hemos pasado varios pueblos y una gasolinera! ¿Cancelar a gente que vivió hace 150 años? En fin, la estupidez humana.

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Martínez vuelve con la segunda temporada de

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