Cuando hace 14 meses se confirmó el regreso de Marcelo Gallardo, River se entusiasmó: volvía a tener sueños.
Aunque en ese momento nadie se imaginó que después de la primera vuelta al sol del ciclo MG II ese término acabaría aplicando pero con otra acepción. Una completamente distinta y altamente contrastante con la tensión competitiva que dominó la primera y dorada etapa.
La serie frente a Palmeiras, al cabo, terminó siendo una metáfora de esta segunda era, signada por los apagones de atención en partidos y/o momentos decisivos. Siestas que sucedieron en situaciones puntuales (los goles del equipo de Abel Ferreira en San Pablo o los de Mineiro en Belo Horizonte). Que duraron un tiempo entero (el primero en la ida versus Palmeiras o, en menor medida, contra Libertad en Asunción) o incluso la mayor parte del partido (eliminación contra Platense o la final ante Talleres). Que alcanzaron al técnico en algunos planteos a la postre decisivos (la línea de cinco contra el Verdao en Núñez, la de tres contra el Galo de Gabriel Milito en la semifinal de Copa anterior).
Lapsus, todos ellos, que costaron demasiado caro. No solo porque la consecuencia deportiva fue la colección de frustraciones una tras otra: también, y no es un detalle menor, por la altísima inversión que demandó satisfacer las pretensiones del Muñeco para intentar mantener el estándar competitivo y que la estatua pueda tener más brillo.
En ese contexto, y a esta alturas de las circunstancias, resulta cuanto menos curioso que Napoleón siga hablando de un equipo en construcción. Y concediéndole ese handicap por su historia, cuanto menos deberá tener en cuenta que uno tras otro se le van venciendo los permisos de obra.
Y acá vale detenerse: así como no es tolerable para él que sus futbolistas bajen la vara durante partidos calientes y que su equipo no tenga la voracidad de los de antaño en los partidos cruciales, cada vez es menos para los hinchas que después de tanto camino recorrido (y eliminaciones acumuladas) no haya logrado imprimirle su ADN a este River reoxigenado y reversionado.
Porque el de esta nueva era no es el River de Gallardo. O no lo es al 100% y el 100% del tiempo, como el colectivo riverplatense se había acostumbrado en tiempos de guardia alta, cuando había en qué creer. El River de MG II tiene una identidad todavía indefinida, al punto que si en algunos partidos un desprevenido neerlandés lo viera con otra camiseta no reconocería que es el CARP. Una situación impensada en los ocho años y medio anteriores.
River se conecta y se desconecta con su fútbol y con su identidad como el ánimo de la tribuna con el equipo. Por momentos se siente representada pero por muchos otros, cuando el nivel de juego y de entrega está en esos famosos 5 puntos o incluso por debajo-, no.
Electrocardiograma constante, la realidad del CARP es tan ciclotímica y tiene tantos vaivenes que provoca que en un mismo mata-mata el rendimiento viaje de un extremo a otro con o sin motivos: la llave con Palmeiras es el ejemplo más acabado de su notoria y alarmante irregularidad.
Con Mastantuono o sin Mastantuono, con Salas o sin Salas, con los campeones del mundo o sin ellos, con la heladera llena o vacía, desde el regreso del Labruna posmoderno no consiguió salir de su laberinto futbolístico. El equipo. Y también Gallardo.
Es más: acaso en este momento, después de esta racha de tres derrotas consecutivas a la que en Núñez están desacostumbradísimos, el DT y River necesitan recomponer su imagen, su estilo, su carácter, para encontrar uno de los atajos que los depositen en la Copa Libertadores 2026.
No pueden permitirse más distracciones que den bronca -Muñeco dixit-, desconcentraciones, bajas de tensión, dormilonas inconcebibles, si pretende terminar el año con una sonrisa en el Clausura, la Copa Argentina o, premio consuelo e ínfimo después de tantos traspiés, el podio de la tabla anual.
Aunque parezca un chiste, Riestra en el Monumental y con nada de tiempo para empezar a despabilarse es el primer desafío para la recomposición. El otro, se sabe, es el morboso cruce con Racing que tiene el billete para la semifinal de la Copa local como zanahoria. Ahí no habrá lugar para descuidos, errores de planteos, fallas individuales ni otras yerbas.
De lo contrario, el que hoy es el equipo de los sueños (y no por lo que habitualmente se conoce a esos equipos) definitivamente se transformará en el de las pesadillas.
La serie perdida por River contra Palmeiras
River Plate –
Lo mejor de River 1 – Palmeiras 2
Video: FOX Sports.
River Plate –
Lo mejor de Palmeiras 3 – River 1
Video: FOX Sports.
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