Es el mismo show, pero creció. Como los personajes”, dice Jennifer Holland, casi como una declaración de principios de la segunda temporada de Peacemaker, la serie de superhéroes que confirma dos cosas: John Cena, su protagonista, es un actor fuera de la norma y James Gunn, cuentahistorias principal de DC Comics, sabe lo que hace (y el mundo lo disfruta). Jennifer Holland, una de las protagonistas de Peacemaker, no se equivoca: la serie irrumpió en el 2022 con una primera entrega que mezclaba con sonrisa diabólica y corazón inteligente brutalidad, incorrección y una vulnerabilidad inesperada en su musculoso protagonista, regresa ahora en un contexto mucho más complejo. Entre universos compartidos que colapsan y renacen, con Gunn convertido en el nuevo arquitecto de DC Studios, Peacemaker sobrevive y se reinventa. Lo que antes parecía un spin-off improbable del DCEU se transformó en la bisagra que ahora dialoga con el flamante DCU. Y, más allá de universos y esas cosas, en una serie cool, canchera, sentida y repleta de alteraciones a la media, tan media, que nos dan las series: es un show que hace lo quiere, y eso se lee más como una transición antes que una estupidez. En medio de esa transición, lo que importa es lo que vuelve a ofrecer y lo que mejora: un héroe tan patético como entrañable que intenta encontrar su lugar en un mundo que ya no lo quiere.
La temporada arranca con Christopher Smith (John Cena) tambaleando entre la redención y la recaída, todavía marcado por la muerte de Rick Flag Jr. y por el caos que dejó a su paso. El hallazgo de un portal hacia otra dimensión, donde existe un “Peacemaker mejorado”, parece la tentación definitiva: escapar de sí mismo. Pero ese gesto abre una grieta que arrastra a todos los que lo rodean, entre ellos Emilia Harcourt (Jennifer Holland), que enfrenta su propio derrumbe, y Rick Flag Sr. (Frank Grillo), decidido a ajustar cuentas por la muerte de su hijo. “Mi personaje no es un villano”, dice Grillo con la calma de quien está convencido de que la justicia puede confundirse con venganza. “Lo que tengo es un objetivo, una agenda: que Peacemaker pague por haber matado a mi hijo. Eso me atraviesa en todo lo que hago”.
Ese espíritu de continuidad y al mismo tiempo de reinvención fue parte del trabajo de esta nueva etapa. Holland lo explica: “Los personajes crecieron. Harcourt está en el peor momento de su vida: perdió su trabajo, que era lo que le daba sentido. Se siente vulnerable y lo único que conoce es la violencia. Por eso la vemos en peleas de bar, por eso reacciona así. No es sano, pero es lo que tiene a mano”. La actriz subraya que el arco de su personaje ahora se abre hacia un territorio emocional inédito: alguien que empieza a reconocer que necesita de otros. “Por primera vez se conecta con la gente, y eso la descoloca”.
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Si algo distingue a Peacemaker de otras series de superhéroes es su capacidad de tensar el absurdo hasta lo grotesco y, a la vez, colarse en debates sociales incómodos. La primera temporada se animó a poner en escena el racismo, el machismo y hasta el neonazismo. Consultados sobre cómo podría resonar esta nueva entrega en un clima mundial donde los discursos radicalizados volvieron a escena, Holland se mostró cuidadosa: “Hoy todo está abierto a interpretación. Uno puede tener las mejores intenciones, pero no sabés cómo lo va a recibir la gente. Yo siempre espero que invite a pensar distinto, aunque al final cada espectador lo lee desde su lugar”. Grillo coincidió: “Nunca lo viví como un show con agenda política. Son personajes atravesando lo que les toca. Si la gente amó la primera temporada, ésta es más de lo mismo, pero amplificado”.
La relación entre Harcourt y Flag Sr. concentra buena parte de esa tensión. Él manipula, ella sobrevive. “Harcourt está desesperada. Vendió su televisor, no sabe cómo sostenerse, y ahí aparece alguien que aprovecha esa fragilidad”, reconoce Holland. Grillo lo plantea desde la otra vereda: “Yo sé qué quiere ella y me aprovecho de eso para avanzar en mi misión. Es una dinámica de poder y necesidad, totalmente desigual”. La química entre ambos, que incluye escenas de enorme intensidad física y emocional, fue uno de los desafíos del rodaje. “Tuve peleas con John (Cena) que me dejaron exhausto, porque la emoción y la acción se mezclaban. Terminaba drenado”, confesó Grillo. Holland, en cambio, se tentó más de una vez con el humor corrosivo que el set imponía: “James nos tiraba frases nuevas en el momento y era imposible decirlas sin reírme. Hubo un día que no pude completar la escena sin quebrarme, pero no puedo contar más porque todavía no lo vieron”.
LA SONRISA DE GUNN. Ese humor delirante convive con el pulso de tragedia que Gunn imprime a su historia. Y allí está también su rol como director y showrunner, algo que ambos actores destacan con entusiasmo. “Es una de mis personas favoritas”, asegura Holland. “Confío totalmente en él. Tiene una visión clara y sabés que lo que te pide tiene sentido en el todo. Eso libera mucho al actor”. Grillo coincide: “Ves que tiene la película completa en la cabeza. Entonces hacés lo que te pide porque confiás en que sabe cómo va a encajar después”.
Claro que Peacemaker no sería Peacemaker sin su costado más irreverente. Holland bromea cuando recuerda una de las secuencias más comentadas: “La orgía que filmamos está entre las mejores que vi en cine. Y vi todas”, lanza entre risas, fiel al tono del show. Esa desfachatez es también lo que vuelve a diferenciar a la serie de tantas otras producciones de superhéroes que se debaten entre solemnidad y espectáculo digital. Aquí hay sangre, humor sucio y, sobre todo, personajes con grietas que los hacen reconocibles en medio del disfraz.
Entre portales a otras dimensiones, peleas imposibles y decisiones que desordenan el tablero del universo DC, lo que late en el corazón de esta temporada es la misma pregunta que en la primera: ¿qué significa ser un héroe cuando todo lo que hiciste fue un desastre? Cena lo interpreta con la torpeza y la humanidad que le dieron vida al antihéroe favorito de Gunn. Alrededor suyo, personajes que buscan sentido, justicia o simple supervivencia, mientras la serie insiste en recordarnos que, en un mundo dividido, los héroes no son dioses luminosos sino seres tan contradictorios como quienes los admiran u odian.