Desde siempre, el trabajo forestal tiene puestos ocupacionales de alto riesgo y eso se evidencia con estar entre los sectores con mayor incidencia en accidentes laborales a nivel internacional. A pesar de la tecnología que se ha incorporado, la siniestralidad global sigue siendo alta. Esto implica una gran responsabilidad para los empleadores, los trabajadores y el Estado de promover las prácticas integrales para atender esta situación.
En Argentina – según los datos de la Superintendencia de Riesgos de Trabajo (SRT) – el sector forestal pasó de ser la actividad con el mayor indicador de incidencia en riesgos laborales (195/1000) en 2007 a reducirlo a un promedio de alrededor de 68/1000 en los últimos años, similar al índice agropecuario del país. Este resultado se logró gracias a un accionar sistemático que se puede replicar.
Un primer paso es contar con estándares de trabajo seguro elaborado en diálogo entre el sector empleador, el trabajador y el Estado tanto a nivel internacional como local. Recientemente se publicó el repertorio de recomendaciones prácticas de la OIT sobre seguridad y salud en el trabajo forestal en cuya elaboración participó la Asociación Forestal Argentina. Este Repertorio es la actualización de uno previo realizado en 1998. Contar con recomendaciones de referencia consensuadas en un diálogo tripartito en el marco de la OIT es de alto valor al dar una referencia global en trabajo seguro. En Argentina, la SRT promovió la elaboración de un Manual de Buenas Prácticas en seguridad laboral forestal en el marco de una mesa cuatripartita de diálogo social y desde AFoA se han elaborado Guías de Buenas Prácticas que incluyen los capítulos de seguridad en el trabajo forestal” destaca Peirano. Tanto el Repertorio de la OIT como las guías mencionadas señalan prácticas laborales seguras, pero tienen carácter voluntario. El gran desafío es como transferir esas recomendaciones y que se adopten por los empleadores y por los trabajadores con la convicción de que es una ventaja para todos.
En el caso de Argentina se observa que la adopción de las buenas prácticas se da más en la gestión de plantaciones forestales que en la de bosques nativos. Argentina tiene alrededor de 55 millones de hectáreas de bosques nativos y 1,3 millón de plantaciones forestales. Alrededor del 90 % de la madera que se utiliza en la industria proviene de plantaciones de pino, eucalipto y álamos. Alrededor de la mitad de las plantaciones se encuentran certificadas con los sellos FSC y PEFC, de gestión sostenible de bosques mientras que es insignificante la certificación de bosques nativos. Tanto FSC como PEFC toman el Repertorio de Prácticas de la OIT como referencia para sus requisitos en el eje vinculado al trabajo, por lo que las empresas certificadas son auditadas por una tercera parte independiente en que cumplen con los criterios indicados en este documento. Esto ha permitido una adopción rápida de las recomendaciones en todas las empresas forestales certificadas.
El desafío mayor fue traducir estas recomendaciones en un formato de formación continua y adopción efectiva por los trabajadores en el lugar de trabajo. Para ello, la implementación del sistema de certificación de competencias laborales de los trabajadores fue fundamental. El enfoque de competencias requiere la normalización de roles y la evaluación de los trabajadores en situación de trabajo. El sistema da vuelta 180 grados la forma de capacitación tradicional, ya que parte que el saber no se encuentra en los docentes, sino en el lugar de trabajo. La elaboración de la norma implica las entrevistas a expertos en el rol y la observación de la tarea. En base a la norma se elaboran los materiales didácticos y curriculares y se forman los instructores y docentes. Por lo tanto, crea un puente entre el mundo del trabajo y el de la capacitación, dando pertinencia y actualización al sistema de formación continua. Se han desarrollado un robusto marco de 19 normas, evaluado a más de 8.000 trabajadores, formado más de 100 evaluadores y fortalecido la oferta de formación continua con diseños curriculares, materiales didácticos, formación docente y fortalecimiento de instituciones de formación. En Argentina, los trabajadores forestales tienen bajos niveles de escolarización formal. Este reconocimiento de su experiencia laboral no solo mejora su empleabilidad, sino que, dichos por ellos mismos, sienten que dignifican el trabajo que realizan. Son los mismos trabajadores que solicitan ser evaluados para ver dónde están y poder alcanzar la certificación.
Realizado en diálogo con el gremio de trabajadores rurales y en el marco de un programa de la Secretaría de Trabajo de la Nación, la normalización de los roles incorporando temas de seguridad personal y de entorno de trabajo y la evaluación de los trabajadores en situación de trabajo para certificar las competencias fue un punto de quiebre para asegurar la transferencia de las buenas prácticas a la situación efectiva de trabajo. Esto se acompañó con formación de docentes e instructores forestales por competencias, logrando la actualización y pertinencia en la formación continua.
Ahora bien, los estándares internacionales y nacionales en seguridad laboral y el sistema de certificación y formación continua están disponibles, pero no todos lo adoptan, a pesar de mostrar que sirve para bajar la siniestralidad. “En esto, lo que hemos observado como fundamental para su adopción es el compromiso desde la más alta autoridad de la empresa o de los productores forestales para impulsar una fuerte cultura de seguridad en la empresa y en sus contratistas. Es imprescindible que la política de la empresa en salud y seguridad alcance a los contratistas forestales, incluyendo en sus contratos los estándares de salud, seguridad y bienestar que tiene la empresa para sus empleados propios y, principalmente, se controle que esto se cumpla.
En el caso de empresas socias de AFoA, exigen, por ejemplo, que el 100% de los trabajadores de los contratistas estén certificados por competencias laborales, especialmente, en los puestos de mayor riesgo, como es motosierristas, aplicadores de fitosanitarios, podadores, combatientes de incendios, entre otros. Esto se incluye en el contrato de servicio. Las empresas también se aseguran que sus contratistas tengan sus empleados formales y se cumpla la ley, además de los estándares de seguridad. Cuando esto se promueve por las empresas líderes del sector (siempre se requiere de un liderazgo que impulse estas medidas y luego otros siguen), hay una trasferencia muy rápida para las mejores prácticas hacia las empresas contratistas y se difunde más allá de esas empresas líderes.
Ahora el gran desafío: en Argentina, esto ha servido y es efectivo solo si el trabajo es formal. El trabajo vinculado a actividades familiares y de productores forestales informales estas prácticas son de muy difícil adopción. El trabajador informal es invisibilizado. No acceden a la capacitación ni a la certificación de competencias, ni la gestión puede ser certificada por sellos como FSC o PEFC.
Por ello, la seguridad laboral está directamente relacionada con el trabajo formal. Para lograr un trabajo seguro se debería promover sistemas de empleo formales sencillos, adaptados al formato laboral forestal –o de la actividad que se trate- y sin costos desproporcionados para el empleador ni para el trabajador. Paso inicial para poder ir adoptando las herramientas disponibles –como son las buenas prácticas y la certificación de trabajadores- para asegurar un trabajo seguro. El sector forestal puede mostrar una experiencia exitosa en este sentido y que puede ser replicada.
*Claudia Peirano es directora ejecutiva de Asociación Forestal Argentina (AFoA)
por Claudia Peirano