En una clara muestra de sintonía con el nuevo rumbo económico del país, la petrolera estatal YPF evalúa reducir los precios de la nafta y el gasoil si continúa el descenso del precio internacional del petróleo, que en las últimas jornadas cayó de US$75 a US$64 por barril del tipo Brent. Esta baja se da en un contexto de fuerte tensión comercial internacional, producto de los aranceles impuestos por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y del aumento de la producción anunciado por la OPEP.
El anuncio fue realizado por el presidente de YPF, Horacio Marín, en un evento de alto perfil: la presentación del plan estratégico quinquenal de la compañía en la Bolsa de Valores de Wall Street. Allí, Marín aseguró que “si el precio del crudo sigue bajando, vamos a hacer números y, si corresponde, bajaremos los precios”, en línea con el nuevo paradigma de eficiencia, competitividad y transparencia que promueve la administración Milei.
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Ya en octubre del año pasado, YPF había dado una señal al mercado al reducir los precios en un 4% para la nafta y un 5% para el gasoil. No obstante, debido a la incidencia impositiva, la baja efectiva en los surtidores fue del 1% y 2% respectivamente, demostrando cómo la presión tributaria heredada condiciona aún la competitividad del sector.
Hoy, la nueva política de liberación del cepo cambiario implementada por el Gobierno se posiciona como otro factor clave: con un tipo de cambio flotante, el mercado determinará libremente la cotización, lo que, sumado a la baja del petróleo, podría traducirse en una disminución concreta del precio al consumidor. Sin embargo, existe una variable que sigue distorsionando el cuadro: los impuestos. Actualmente, más del 40% del precio final de los combustibles corresponde a la carga impositiva, un rezago del modelo intervencionista anterior que todavía incide en los bolsillos.
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En ese sentido, el último aumento aplicado por YPF —de apenas 1,7% en abril, inferior al 1,9% de marzo— se debió principalmente a la actualización del Impuesto a los Combustibles Líquidos y al Dióxido de Carbono, y no a una suba en costos operativos ni a ajustes inflacionarios.
Marín también fue claro en cuanto al impacto del índice de precios: “Los precios no están atados a la inflación”, lo que ratifica la voluntad del gobierno de Milei de desvincular la política energética de las viejas lógicas indexatorias que tanto daño causaron a la economía.
Hoy, el precio del litro de nafta en Argentina ronda los US$1,1, ubicándose como el tercero más alto de Sudamérica, solo detrás de Uruguay (US$1,8) y Chile (US$1,2), según estadísticas internacionales. Sin embargo, con una política energética alineada con el mercado, y el impulso reformista del Gobierno, la competitividad de los combustibles argentinos podría mejorar sensiblemente.