Agustín Donado, el morenista que explotaba la imprenta de Buenos Aires, es desterrado a San Luis, provincia que lo elige como diputado a la Asamblea del Año XIII al terminar su cautiverio. Donado se encarga de confeccionar el sello de la Asamblea. El grabador peruano Juan de Dios Rivera confecciona el cuño del primer escudo. ¿Isidro Antonio de Castro diseñó nuestro escudo? ¿Quién fue Juan de Dios Rivera?
Agustín Donado, quien fuera concesionario de la explotación de la única imprenta existente en Buenos Aires, que operaban los “Niños Expósitos”, había sido desterrado a San Luis a raíz de la asonada del 5 y 6 de abril de 1811, en razón de ser un importante dirigente morenista que era necesario sacar de en medio para que el saavedrismo, que hegemonizaba la Junta Grande, pudiera apoderarse de la imprenta, arrebatándosela a sus adversarios políticos.
San Luis inauguraba así su tradición de transformarse, por aquel tiempo, junto con Carmen de Patagones, en la “Siberia” argentina. Es decir, allí se confinaba, en lo sucesivo, a dirigentes, políticos o gobernantes caídos en desgracia, en una localidad que entonces estaba aislada de todo por la inmensidad del desierto cuyano. Allí fueron recluidos el propio Donado, Juan Martín de Pueyrredón, los prisioneros realistas capturados tras las batallas de Chacabuco y de Maipú, y también Bernardo de Monteagudo.
Poco después, en septiembre de 1811, cayó el gobierno de la Junta Grande y se formó el Primer Triunvirato, el cual ordenó la liberación de todos los dirigentes morenistas deportados en abril. Así, Donado pudo regresar a la Capital, no sin antes haber dejado buenas amistades en San Luis que le resultarían provechosas en un futuro próximo.
La Sociedad Patriótica y la Asamblea del Año XIII
De vuelta en Buenos Aires, Donado recuperó la explotación de la imprenta y se vinculó con la renaciente Sociedad Patriótica que, conducida por Bernardo de Monteagudo, se tornaba en una referencia obligada en materia de discusión política en la época. Monteagudo imprimió, en la imprenta de Donado, su periódico Mártir o Libre, que de a poco se fue transformando en un foco opositor al Primer Triunvirato.
Con la llegada de José de San Martín y de Carlos de Alvear al Plata, en marzo de 1812, se constituyó la Logia de Caballeros Racionales (mal llamada “Logia Lautaro”), a la cual se plegaron, al poco tiempo, Monteagudo y su amigo Donado. Allegado a San Martín, Donado le donó veinte caballos para conformar su famoso Regimiento de Granaderos.
Al poco tiempo caería el Primer Triunvirato, se conformaría el Segundo y se convocaría a la Asamblea del Año XIII. En esta oportunidad, los vecinos de San Luis, sabiendo que el morenista desterrado a quien habían hospedado durante varios meses tenía ahora llegada directa con el nuevo grupo dirigente en Buenos Aires, decidieron confiarle su representación. Así fue que San Luis, quien siempre le había dispensado un trato correcto en su desgracia, eligió a Agustín Donado para integrar el flamante cuerpo legislativo patrio.
Donado se encarga de confeccionar el sello de la Asamblea
La Asamblea comenzó a sesionar el 31 de enero de 1813, con la presencia de diecisiete diputados. Al poco tiempo, Donado, a la sazón experto en dibujo y artes gráficas, tomó a su cargo la confección de un nuevo sello para la Asamblea, a fin de que dejaran de utilizarse las armas del Rey para autenticar los documentos públicos emanados de ese cuerpo.
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No se sabe muy bien qué pasó después. No sabemos si fue el propio Donado el autor del diseño del escudo que conocemos hoy, ya que era dibujante, o si lo fueron los artistas peruanos Isidro Antonio de Castro o Juan de Dios Rivera, como sostienen otros autores. Lo que sí se sabe es que este último confeccionó el cuño definitivo del sello, que devendría en nuestro Escudo Nacional, elaborado en plata y bronce.
En efecto, en las pocas actas de sesiones de la Asamblea del Año XIII que se han conservado hasta hoy, en ninguna consta la autoría específica del Escudo Nacional. Es decir, no sabemos si en alguna sesión se debatió quién fue el inspirador, autor o dibujante originario del Escudo; si éste se inspiró en alguna otra fuente o bien cuál es el sentido de cada elemento que lo constituye. Esa información tampoco se ha volcado en el periódico El Redactor de la Asamblea, que daba cuenta de las principales decisiones y debates generados en su seno.
Juan de Dios Rivera confecciona el cuño del primer escudo
Ahora bien, ¿cómo sabemos, entonces, que el peruano Juan de Dios Rivera fue el autor material del sello que utilizó la Asamblea? En el Archivo General de la Nación se ha encontrado un reclamo elevado por este artista al Gobierno, solicitando el pago de dos sellos por él confeccionados (uno para la Asamblea y otro para el Poder Ejecutivo del Estado), que le habían sido encomendados por el diputado por San Luis, D. Agustín Donado.
Por este documento sabemos que Donado le encomendó a Rivera la confección de los dos sellos y que aquél habría actuado por instrucciones de la Asamblea, quien después utilizó el sello ampliamente, sin observaciones. Sin embargo, no podemos asegurar (porque Rivera no lo expresa) que éste fuera, además, el autor intelectual del escudo.
¿Isidro Antonio de Castro diseñó nuestro escudo?
La versión que sostiene que el autor intelectual del sello de la Asamblea fue el artista, también peruano, Isidro Antonio de Castro, se fundamenta en los siguientes hechos. La Asamblea comenzó a sesionar el 31 de enero de 1813 y el primer registro del sello de ese cuerpo data del 22 de febrero de ese año.
Tan estrecho margen temporal y la ausencia de actas de donde surja el debate, la encomienda y la aprobación del sello hacen pensar a algunos autores que, en realidad, la iniciativa sobre el diseño de un nuevo sello fue originariamente encargada un año antes por el Primer Triunvirato (más específicamente, por el triunviro Bernardino Rivadavia) a Isidro Antonio de Castro, residente en ese entonces en Chile.
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Hay evidencias de que Castro remitió, en agosto de 1812, a Rivadavia dos diseños o proyectos de sello para el Poder Ejecutivo, es decir, para el Primer Triunvirato. Estos bocetos se guardaron y su implementación nunca se efectivizó. Al poco tiempo, cayó este Triunvirato. Algunos creen que Donado, con llegada al nuevo Gobierno (el Segundo Triunvirato), tuvo acceso a los dibujos de Isidro Antonio de Castro, que eligió uno de ellos y se lo pasó a Juan de Dios Rivera para que éste, en base al mismo, elaborara el cuño del sello que efectivamente utilizó, tiempo después, la propia Asamblea.
Sin embargo, esta hipótesis se basa totalmente en conjeturas, ya que no tenemos ninguna precisión. Y lo que es más importante: ninguno de los bocetos de Castro se ha conservado como para saber qué aspecto tenían.
Entonces, lo único que podemos asegurar es que, indudablemente, el autor del dibujo o proyecto del futuro Escudo Nacional era un artista con fuerte influencia peruana, como lo denota el sol marcadamente incaico que corona el sello y el gorro frigio, que remata en una borla característica de los pueblos que habitan el altiplano, y que no se observa en los gorros frigios originarios o en los que vemos en las obras de arte emanadas de artistas europeos.
Ello nos hace descartar al propio Donado, porteño de nacimiento y que nunca estuvo en el Perú, como diseñador del Escudo, y nos hace sospechar de Juan de Dios Rivera.
¿Quién era Juan de Dios Rivera?
Juan de Dios Rivera Túpac Amaru había nacido en la ciudad imperial de Cusco, en el Virreinato del Perú, alrededor del año 1760. Era hijo del español Alonso de Rivera y de la ñusta Juana de la Concha Túpac Amaru. En los antiguos incas, las “ñustas” eran las princesas del Imperio Incaico. Su nombre originario en quechua era Quipte Tito Ahpauti Concha Tupac Huáscar Inca. Esta posición convertía a Juan de Dios Rivera en primo de Túpac Amaru II, el último de los incas, protagonista de la más importante sublevación aborigen independentista en la América Hispana durante el siglo XVIII.
Desde joven tuvo inclinación hacia la platería, especializándose en trabajos con metales y grabados. A los veinte años, allá por 1780, lo vemos radicado en Potosí, donde seguramente habrá llegado atraído por los metales que eran extraídos del famoso cerro de esa Villa Imperial. El fracaso de la sublevación de su primo en el Perú, en el año 1781, junto con la brutal ejecución de Túpac Amaru II a manos de los españoles, lo obligó a huir de una zona tan cercana a los hechos y buscar refugio más seguro en Córdoba. Tiempo después, en busca de mejores horizontes, se terminó radicando en Buenos Aires, ciudad donde moriría en 1843, orillando los ochenta y tres años, y que sería testigo de sus obras más célebres.