sábado, 15 marzo, 2025

«Qué se sabe de los abuelos?»: el mal presagio de una mujer que perdió a su papá en el temporal de Bahía Blanca

El galpón de los bomberos de General Cerri se convirtió repentinamente en el refugio de unas 200 personas que llegaron casi al mismo tiempo, cuando se dieron cuenta del riesgo que representaba quedarse en sus casas. El agua corría con una fuerza sorprendente inundando y barriendo todo a su paso. “Ya está: no podemos hacer nada”, se dijeron Gerardo Macchi (55) y Mercedes Ortega (46) antes de salir con sus tres hijos hacia el cuartel. Ahí ella insistió en tener novedades del geriátrico: “¿Qué se sabe de los abuelos?”.

No pasó mucho para que alguien le dijera que sabía que uno de ellos había muerto. “Mi papá -me dije-, yo sabía que se trataba de mi papá. Lo presentía”. Cuenta que en pocos minutos consiguió la “fría” confirmación de una empleada, cuando todavía los celulares captaban señal. Rolando Ortega (91), su papá, vivió allí sus dos últimos años. Murió el viernes, en el peor momento de la inundación.

El caos que provocó el agua no le permitió acercarse al hogar, a tres calles de distancia. Tampoco hacer los trámites necesarios, como denunciar su muerte, que debería encaminar en Bahía Blanca.

El padre de Mercedes es una las por lo menos 16 víctimas fatales de la catástrofe que sumió a Bahía Blanca en 72 horas de luto; aún hay muchas personas que no lograron localizar y algunas de ellos, se cree, son cerrenses.

Así estaba la casa de Gerardo Macchi y Mercedes Ortega, en General Cerri, tras el temporal.

Ella cuenta que desde la mañana del viernes, tras oír cómo caía el agua a “baldazos” golpeando su casa, no tiene noción del tiempo: “Me perdí la hora, no puedo pensarlo”, se excusa en medio de su narración.

Esa noche, junto a sus hijos Sabrina, Estefanía y José, de 23, 17 y 7 años, respectivamente, los bomberos los llevaron al centro de evacuados que se montó en la escuela 10. Durmieron sobre las tablas del escenario, una rigidez que solo le vino bien a Gerardo, que en noviembre fue operado de la columna luego de un accidente que tuvo al desbarrancar con un camión de la empresa donde trabaja.

Usa una faja doble, por lo que no puede mostrar la herida, pero describe vértebra a vértebra qué es lo que le ocurrió en tanto comparte unos amargos e invita a ver lo que quedó en pie en su casa: “Van a ver pura miseria, barro que no podemos limpiar porque no hay agua, y todo arruinado. No sabemos qué podremos salvar”.

Mercedes, en la casa, tras el paso del agua. Foto Diego Izquierdo.

Por las dudas, por si vuelve a funcionar, aunque quedó bajo el agua debajo de la mesita del televisor, conservan el nebulizador de José, su hijo menor, que es asmático.

El chiquito está con sus hermanas mayores en el departamento de un familiar, en Bahía Blanca. La pareja ya no quiere irse de la casa. En la primera noche inflaron un colchón de camping y aún con la humedad que había absorbido la tela que lo reviste, les sirvió para dormir en medio del comedor.

Como todas las casas del barrio, en las paredes, dentro y fuera, quedó la línea marcada de al altura en que el agua dejó de avanzar. No volvió a llover, hay algunas nubes pero sol ayuda a secar. Pero falta. Para avanzar por las calles del barrio hay que tener mucho cuidado, el suelo es un barro chirle, resbaladizo. Pisar donde hay algo de pasto es alzar una nube de mosquitos.

La familia ahora intentará reconstruir el hogar. Foto Diego Izquierdo.

“Pero hay que salir y trabajar. Ya no nos vamos. Trabajaremos para poder reunirnos todos en casa. Queremos estar los cinco acá”, explica Mercedes.

Lleva un rosario con cuentas de madera colgado al cuello. Abre el celular y muestra imágenes de su papá. Lo había ido a visitar el día anterior, a la mañana y a la tarde. Todavía no sabe la causa de su muerte. Le contaron rápidamente que murió cuando lo sacaban de la cama, a causa de un infarto. Pero el parte oficial indica que fue por un edema pulmonar, producido por exceso de líquido en los pulmones; ocupación de la vía aérea y asfixia por sumersión.

«No sé nada. Si fue así o no. El estaba postrado», se resigna. El cuerpo está en la morgue judicial, en Bahía Blanca. Se quiebra al contarlo. Siente bronca, impotencia. Acongojada, dice que lo que más quiere es que la dejen velarlo “al menos por una hora”.

Los daños que dejó el temporal. Foto Diego Izquierdo.

EMJ

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