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En la industria del cine de Hollywood las reglas son claras: a la hora de promocionar una película, sus actores deben estar dispuestos a conceder entrevistas para ayudar a que los espectadores se interesen por ir a verla. Tan estructurado está el sistema que los contratos estipulan los contactos con la prensa como parte fundamental de las obligaciones que tiene el elenco. Y en muchos casos también se determinan de antemano los contenidos de los potenciales reportajes, se practican tópicos preferidos y las maneras de evitar aquellos temas que se consideren poco productivos o incluso polémicos. La mayoría de los intérpretes que trabajan en el circuito industrial respetan esas indicaciones al pie de la letra, especialmente en estos tiempos en los que una frase de significado ambiguo o que pueda malinterpretarse tiene el poder de demoler las chances de un film de conseguir reconocimientos y atraer espectadores.
A Guy Pearce, nominado al Oscar en el rubro de actor de reparto por su papel en El brutalista, todas las reglas de Hollywood le importan poco y nada. Al menos eso es lo que parecen indicar cada una de sus entrevistas recientes, en las que el intérprete nacido en Inglaterra y criado en Australia dice lo que quiere y deja fluir el hilo de sus razonamientos como si estuviera conversando con amigos y no con los periodistas que agradecen su candidez, un bien más que escaso en el mundo del entretenimiento.
Así, desde que El brutalista tuvo su estreno mundial en el festival de cine de Venecia, Pearce se las arregló para contar que alguna vez fantaseó con golpear a una actriz que se burló de sus comienzos en Neighbours, una popular y longeva telenovela australiana. También repitió sus acusaciones sobre el supuesto acoso que sufrió por parte de Kevin Spacey cuando filmaban Los Ángeles al desnudo y hasta señaló a los ejecutivos de los estudios Warner por los desvíos en su carrera y el hecho de no haber vuelto a trabajar con Christopher Nolan, su director en Memento. Una batería de revelaciones y polémicas tan variada y, a veces, autoincriminatoria que se parece mucho a un sincericidio.
Claro que algo de esa incontinencia verbal y exuberancia forman parte de lo que el actor tiene para mostrar en su trabajo: una energía que se transmite desde la pantalla y hace que su presencia se destaque cada vez que entra en cuadro. Eso es lo que ocurre en el minuto 43 de El brutalista cuando su personaje, el millonario Harrison Lee Van Buren, irrumpe en escena a los gritos, fuera de sí, vociferando su disgusto por la presencia del arquitecto Lazlo Toth (Adrien Brody) en su propiedad. El impacto narrativo de la aparición de Van Buren es también parte de la premisa que atraviesa todo el film: él representa la cara más despiadada del llamado sueño americano, una ilusión reservada, como indica la indignación del millonario, solo para unos pocos.
En 1984, cuando tenía 16 años, Pearce ganó el primer premio de su carrera como artista. Así define él mismo su triunfo en el campeonato regional de fisicoculturismo junior. “Estaba fascinado con el fisicoculturismo por lo creativo que es. El hecho de poder cambiar la forma de tu cuerpo me parecía muy interesante”, decía hace un par de meses el actor en un reportaje con la revista Men’s Health. Poco tiempo después de aquella experiencia en los escenarios, el intérprete empezó a canalizar su creatividad hacia la actuación y como muchos de sus colegas en Australia, comenzó su carrera en la TV formando parte del elenco de esas telenovelas que se emiten durante años.
Claro que el gran impulso llegó gracias al cine de su país con la película Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, un enorme éxito local que consiguió dar el salto hacia el mundo y puso a Pearce en el radar de Hollywood gracias a su interpretación de Adam, integrante de la troupe de Drag Queens que recorren los caminos australianos presentando su show de cabaret. Tentado por el canto de sirena de Los Ángeles, el actor viajó a la usina del cine comercial para probar suerte como antes lo habían hecho sus compatriotas Simon Baker y Russell Crowe, con los que compartió escenas en el policial negro Los Ángeles al desnudo, de Curtis Hanson. La película consiguió nueve nominaciones al Oscar (ganó el rubro de actriz de reparto para Kim Basinger y guion adaptado) e instaló a Pearce como una estrella incipiente. Sin embargo, como contó hace unos años y reiteró hace pocos días, esa experiencia tuvo un costado negativo que lo afectó por años.
Según el actor australiano durante el rodaje del film Kevin Spacey, uno de sus protagonistas, lo había elegido como su presa y se dedicaba a acosarlo. “No tengo dudas de que estaba enfocado en mí. Pero en ese momento hice eso que uno hace y traté de quitarle importancia a todo el asunto. Lo cierto es que le tenía miedo, Kevin es un tipo agresivo. Puede ser extremadamente encantador y es un actor brillante. En aquel entonces yo era joven e impresionable y él se dio cuenta, no tengo dudas de eso”, recordó Pearce en una charla con The Hollywood Reporter. Allí, el actor también contó que le había revelado su incomodidad a la que en ese momento era su esposa y que hasta le había confesado que se sentía más seguro en el set cuando tenía escenas con Baker porque en esas ocasiones Spacey prefería enfocar sus atenciones en el otro actor.
“El movimiento #MeToo y las muchas acusaciones y denuncias hechas contra algunos hombres de Hollywood a partir de 2017 fueron una increíble señal de alarma para mí. En el momento en que empezaron a circular las denuncias contra Spacey me quebré y no pude parar de llorar. Creo que recién ahí pude entender el impacto de lo que había ocurrido y cómo yo lo había bloqueado”, detalló Pearce. Esas declaraciones resultaron en la reaparición de Spacey en las redes con un video en el que lo desafía a que dejé de hacerse la víctima y a que cuente cómo siguieron siendo amigos luego de filmar Los Ángeles al desnudo.
En su gira de prensa mágica y nada misteriosa el actor que ganó un premio Emmy por su trabajo en la excelente miniserie de HBO Mildred Pierce, fue celebrado por su papel en Mare of Easttown y en películas como El discurso del rey y The Hurt Locker, también señaló, aunque sin dar nombre ni apellido, a otras personas que, según él, contribuyeron a moldear su carrera. Dijo en más de una ocasión que por muchos años cargó con el recuerdo del desprecio que exhibió una colega por sus inicios en las telenovelas. “¡Quería golpearla! obviamente no lo hice pero su actitud era horrible”, contó en una charla con el diario Times de Londres.
Aunque, confesó, la herida para su ego que le infligió un ejecutivo de los estudios Warner tras el éxito de Memento, el film de Christopher Nolan que lo tuvo como protagonista, fue mucho más profunda y significativa. “Hace tiempo que no tengo contacto con Chris. Sí conversamos sobre varios papeles posibles en el primer Batman y luego para El truco final. Pero un ejecutivo de Warner Bros, el estudio con el que trabajaba Nolan en ese momento, le dijo a mi representante que yo no le gustaba y que nunca me iban a contratar. Supongo que saber la razón, en cierto modo, fue algo bueno. Es totalmente válido, hay algunos actores que no me gustan y a veces las cosas simplemente no funcionan. Pero eso significaba que jamás podría trabajar con Chris”, explicó Pearce en una entrevista con Vanity Fair en enero pasado. Aunque unos días después en la charla con el Times el actor cambió de opinión y encontró a un responsable mucho más cercano de su alejamiento de Nolan.
“Estoy atravesando una crisis existencial. El otro día volví a ver Memento y me deprimí. Mi actuación es una mierda en esa película. Al revisarla para prepararme para una charla sobre el film me di cuenta de que odio lo que hice en el film. ¿Todo eso de que un ejecutivo de Warner era el culpable de que no haya trabajado de nuevo con Chris? Esa teoría se derrumbó. La razón es que no estuvo bien mi trabajo en Memento”, admitió el intérprete con un nivel de sinceridad inédito para una industria cuyas reglas Pearce se deleita en romper una y otra vez.
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