El Gobierno enfrentó una marcha masiva de todo el arco político y está obligado a cambiar el discurso

Distritos donde Milei se impuso con el 70% de los votos tuvieron una multitud en la calle reclamando por el presupuesto de las universidades.

Adrián Ventura

Protesta universitaria: los manifestantes marchan rumbo al Congreso para reclamar por el presupuesto. (Foto: TN /Nicolás González)

Protesta universitaria: los manifestantes marchan rumbo al Congreso para reclamar por el presupuesto. (Foto: TN /Nicolás González)

Fue masiva, alcanzó una dimensión pocas veces vista y los partidos y gremios opositores que participaron no opacaron la legitimidad del reclamo. Ninguna consideración que pueda hacer el Gobierno servirá para ocultar un hecho: ayer no solo marchó la izquierda o el kirchnerismo y los gremios, sino también muchos ciudadanos que en octubre o en noviembre votaron a Javier Milei y que están cansados de años de desmanejos peronistas. Analizar el fenómeno, muy complejo, obliga a considerar matices. Porque todos los sectores tienen una cuota de verdad.

Desde el punto de vista de los ciudadanos, ayer encontraron un motivo para enojarse con el Gobierno. Muchos de quienes ayer marcharon están dispuestos a soportar un presente de penurias, para corregir la macro —como les reclama Milei—, pero no están dispuestos a renunciar a su futuro, a la movilidad social que promete la universidad gratuita. La universidad pública iguala a los hijos de profesionales y los de trabajadores. Todos tienen una posibilidad, la misma, de progresar. No hay muchas instituciones en la Argentina que sean depositarias de ese imaginario social.

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Desde el punto de vista del Gobierno, el ajuste debe llegar por igual a todos los sectores y la UBA no puede quedar excluida del esfuerzo compartido. Acertó en la necesidad de ajustar, pero falló en las justificaciones que ensayó: los funcionarios dijeron que las universidades fomentan un pensamiento único de izquierda, que adoctrinan y que el presupuesto se malgasta en hechos de corrupción.

Masiva marcha universitaria en Plaza de Mayo. (Foto: TN / Juan Pablo Chaves)

Masiva marcha universitaria en Plaza de Mayo. (Foto: TN / Juan Pablo Chaves)

Por cierto, la corrupción es transversal a todos los sectores y es tarea de la Auditoría General de la Nación —que depende del Congreso nacional— auditar el uso de los fondos y la Justicia castigar los desvíos. Por otro lado, el Gobierno podría haber desactivado el conflicto si hubiera anticipado una cuota mayor de fondos y una promesa de mejora a futuro. Solo en los últimos días el oficialismo convocó a los rectores a una nueva reunión, el martes próximo, y completó una partida presupuestaria absolutamente insuficiente.

Desde el punto de vista de la oposición, por primera vez terminaron participando en una misma convocatoria sectores tan heterogéneos como La Cámpora, el kirchnerismo, la UCR, Coalición Cívica, la izquierda, la CGT y las dos CTA. Sergio Massa y Axel Kicillof vieron la oportunidad de reaparecer. Participaron y quizá quieren soñar con que crezca el enojo social y se interrumpa el idilio de la ciudadanía con el Presidente.

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Es difícil que aún se precipite ese resultado. Las encuestas siguen beneficiando a Milei. El gobierno celebró la aparición de esos dirigentes, porque corrobora el discurso de Milei de que las universidades son dominadas por los políticos que defienden sus propios intereses. Ayer, Adorni se refirió a los políticos que estarían en la marcha como el tren fantasma. Y Milei tuiteó en ese sentido.

Pero el comunicado central que leyó Piera, dirigente de la FUA que actuó como vocera del reclamo universitario, se ciñó a los problemas presupuestarios. No hizo ninguna crítica a Milei y a sus políticas y solo se ciñó a cuestionar las políticas educativas. Dejó abierta la puerta para un futuro diálogo, si el Gobierno está dispuesto a convocarlo.

Milei no comprendió la legitimidad de la que goza la universidad pública. Trazó un recorte financiero sin sutileza alguna e imaginó que enfrentaría a opositores. No comprendió que los jóvenes y los adultos, hayan votado a Milei o a la oposición, pueden sacrificar su presente, pero no están dispuestos a renunciar a su futuro ni al de sus hijos. Los sueños no se renuncian.

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