Tácito imperfecto surge del deseo de hacer una pausa por el gusto y el oficio de escribir teatro y abordar otras modalidades en donde no primara la urgencia por realizar una puesta teatral sino dejar lugar a una instancia puramente lúdica. En el transcurrir fui produciendo arbitrariamente cuentos cortos, poemas y relatos con apariencia de ensayos, sin nada que intentara aunarlos ni otra pretensión más que el disfrute, y la experiencia fue muy gratificante.
Una vez que acumulé una buena cantidad de escritos se lo envíe a Mauricio Kartun con el cual, además de la vinculación afectiva, nos une haber compartido mucho teatro como colaboradores: trabajamos juntos en la obra Perras, allá hace ya un montón, también compartimos autoría en No me dejes así y trabajamos juntos en alguna edición de FIBA, Festival de Teatro de Buenos Aires (en el área varieté en mi caso).
La consulta a Mauricio estuvo vinculada a qué hacer con esos textos, si pudieran tener categoría de editables o si debiera yo “volver a mis zapatos”. Luego del intercambio me señaló, entre otras cosas, que a los fines de una posible publicación sería necesario agregar un hilván para darle un sentido a aquella totalidad o que también, utilizando ese mismo recurso, pudiera adaptarlos a un monólogo para un trabajo de formato unipersonal. Satisfecho con la aventura ya de haberlos escrito y de ese placer proporcionado, me pareció que era momento de regresar a lo conocido optando por la segunda opción y convertirlo en un monólogo.
El paso siguiente fue la selección de material entre tanto producido, encontrar esa unión, además, que proponía Kartun para que tuviera algo de continuidad y descubrí que había un elemento que se reiteraba en buena parte de esos trabajos: el tiempo. De hecho, el título, Tácito imperfecto, ronda sobre dos instancias temporales: lo tácito como algo que, al ser dado por hecho ya sucedió, y lo imperfecto, un tiempo verbal a la vez.
Mauricio señaló cuanto de paradojal proponen los textos y de allí se filtra, agrego yo, la posibilidad de lo “capcioso”, o el equivalente a las fakes news que nos inundan por estos días. El personaje que lleva adelante la teatralidad asegura y da por hecho que sus planteos, por más disparatados que suenen, son convincentes, así como las noticias inventadas.
Al momento de la realización, y siguiendo esas sugerencias de Kartun, puse en práctica también lo que yo denomino “clownidad”, algo así como aquella cualidad que practiqué durante años como la de comunicarme con silencios y sonidos, con objetos que produzcan ilusiones y demás destrezas de ese universo, el humor, claro, también presente, y todos estos recursos atravesando un texto desopilante.
La trama del espectáculo se lleva adelante en un ámbito por demás impropio de los postulados que comanda el protagonista y potencia las contradicciones que brotan desde el texto.
En su función de narrador, también empleo los conocimientos de otra época de mi carrera, mi paso por la Escuela de Narración Oral de Ana María Bovo como docente y director y a la que también sumo la vasta experiencia de haber dirigido tantísimos espectáculos unipersonales de los tonos más diversos, en suma, este espectáculo es poner en práctica todo lo transitado en estos años, las variaciones que, a veces son obligadas en esta profesión
del teatro y en este país, es decir, hacer uso de, citando nuevamente al Maestro Mauricio Kartun, los saberes adquiridos.
*Autor y actor de Tácito imperfecto.