Silobolsa, solución de almacenaje y herramienta comercial clave

Estamos viendo y viviendo la extraordinaria recuperación de los cultivos tras las lluvias de febrero. No va a ser una cosecha récord, pero va a arrimar el bochín. Entonces me viene a la memoria un tema que durante muchos años había atravesado la problemática agrícola: la falta de capacidad de almacenaje.

Era un clásico del periodismo. Ríos de tinta hace treinta años, cuando la producción rondaba las 40 millones de toneladas. Hoy andamos por las 150 y nadie habla de ello. Señor Silobolsa, voy a evocarte.

El silobolsa no es un invento argentino. Pero sí lo es su utilización para el almacenaje masivo de granos. Había nacido en Alemania (de la mano de la empresa Eberhart, especialista en maquinaria de construcción), para ensilar forraje. Lo vimos por primera vez en el Farm Progress Show de 1982, con un pequeño grupo de productores que se embalaron con el sistema. Raúl Cata, pujante tambero de Arrecifes, estuvo a punto de traer una embolsadora “Silopress”. Pero aquí no había quién fabricara los “condoms”, como los llamaban en el corn belt cuando aquí ni se acuñaba el término silobolsa).

A mediados de los 90, uno de los empresarios de maquinaria agrícola más creativos que recuerdo, inventó la moledora embolsadora para hacer silo de grano húmedo de maíz. Carlos Martínez, en Tandil, había descubierto que en los Estados Unidos molían el maíz y lo metían en un silo vertical, los famosos Harvestore azules que jalonaban la escena de Wisconsin, el Dairyland State. Eran de acero con un tratamiento especial, una especie de enlozado que les permitía resistir el ácido láctico generado en el proceso de ensilado. Esa acidez es lo que permitía la conservación, frenando la actividad microbiana.

Habían llegado algunos a la Argentina, en los años ’70. Recuerdo que una de mis primeras notas, cuando entré en Clarín Rural en 1972, fue el tambo Milkland de Copello, en Laplacette. Este gran pionero cargaba el Harvestore con panojas de sorgo enteras, húmedas. Allí fermentaba. Y bastaba apretar un botón para que descargara por abajo, alimentando tres filas de comederos provistos de largos sinfines.

A Carlos Martínez se le ocurrió en 1994 que se podía hacer lo mismo con una máquina horizontal, que moliera y embolsara los granos.

Pero hacía falta la bolsa. Se conectó con Zacarías Klas, dueño de Ipesa, que proveía mantas de polietileno para tapar los silos puente de maíz picado fino. Le pidió una bolsa de 6 pies. A “Zaca” siempre le gustaron los desafíos, así que tomó el tema. Tenía suficiente conocimiento del proceso de extrusión del polietileno, pero le faltaba el tema clave: cómo preparar la bolsa para que se desplegara durante el proceso. Investigó y creó la máquina que hacía el acordeón.

Carlos Martínez, Zacarías Klas y Héctor Huergo, recordando el desarrollo del silobolsa en la Argentina. (Foto: Germán Garcpia Adrasti)Carlos Martínez, Zacarías Klas y Héctor Huergo, recordando el desarrollo del silobolsa en la Argentina. (Foto: Germán Garcpia Adrasti)

La mano derecha de Zaca era Carlos Puiggari, quien lo acompañó en toda su trayectoria. Fue el inventor del negocio del sachet de leche, tras convencer a Pascual Mastellone de la posibilidad de sustituir el envase de vidrio (con toda su complejidad logística para el retorno y lavado de las botellas) por el sachet. Sabemos lo que significó en la lechería.

El silobolsa era un sachet más grande. La dupla Klas-Puiggari vio el asunto del silo de grano húmedo con la bolsa de 6 pies. Fue un éxito descomunal, tanto de Ipesa como de M&S, la fábrica de la embolsadora de Martínez y Stanek en Tandil. Una de las patentes más elegantes de la maquinaria agrícola argentina.

Pasar del grano húmedo al seco fue una consecuencia natural. Por supuesto, hacían falta bolsas más grandes. Llegaron las de 9 pies, rápidamente. Y embolsadoras simples, sin la fase de molienda. El momento culminante fue la crisis del 2002, cuando la salida de la convertibilidad encontró a los chacareros en una encrucijada para defender el valor de sus granos. Ahora tenían la posibilidad de guardarlos y negociar la venta sin entregar la mercadería.

Así que no solo se empezó a resolver la crisis de almacenaje, sino que cambió las relaciones del comercio. El sistema se expandió por el mundo. Hoy se exportan silobolsas y embolsadoras a más de 50 países en todo el mundo. Y la historia continúa: en la planta de Rio Grande de Ipesa se están instalando ahora nuevas extrusoras que les permitirán hacer bolsas de 10, 12 y 14 pies, tanto para granos como para forrajes.

Martínez siguió inventando. Hizo la embolsadora que no requiere tractor (“Energía Cero”), que usa la fuerza de gravedad para llenar el bolsón. Y varios fabricantes argentinos (Akron, Mainero, Richiger) ofrecen en el mundo sistemas completos de embolsado, extracción y recuperación del plástico para el reciclado. ACA, en Cañada de Gómez, recibe miles de silobolsas de sus productores y las convierte en grumo que vuelve a procesarse.

No fue solo una solución para el productor. También para la logística de los acopios, los puertos y las grandes procesadoras de granos. Es también el destino más importante en la Argentina para el principal producto de la petroquímica, el polietileno. Es Vaca Muerta que se dignifica ambientalmente al entrar en el círculo virtuoso de la agricultura más flexible e inteligente del mundo.

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