Cómo está hoy Dorys del Valle, protagonista de la primera ficción prohibida para menores de 18 y de un striptease que casi le cuesta el matrimonio

Histriónica y exigente. Solitaria y amable. Coqueta y relajada. De corazón noble y sentimientos extremos. Campechana y delicada. Sin vueltas. Seguramente si cerráramos los ojos con la premisa de encontrar en la memoria el recuerdo de una actriz rubia con un flequillo perfecto y una sonrisa pintada se nos vendría a la mente su imagen. El tiempo no perturbó aquella foto. Bailarina, modelo, actriz y empresaria, Dorys del Valle atravesó muchos puentes artísticos y llegó a todos los destinos que se propuso.

A los 84 años y con 70 de trayectoria, sigue en movimiento y con proyectos, su gran capital de vida.

En su departamento de Palermo, Dorys -Noemí Rosa Castro en el DNI- planifica sus horas y sonríe. Su agenda está atravesada por visitas, controles médicos, mimos estéticos y distintos talleres para seguir aprendiendo.

Se lo enseñó su abuela piamontesa y ella nunca lo olvidó: «Podés tener talento, pero si no estudiás, tenés un techo. Si lo hacés, podés ir más allá», resuenan en su cabeza las palabras de su “Nonna” que la acompañaron en las distintas etapas de su camino hasta hoy.

Ella le hizo caso. Única hija de Rosita, una modista de alta costura “con manos de hada” y de Alejandro, dueño de un taller de autos, empezó a prepararse de muy chica. Con la responsabilidad como motor, nunca se detuvo.

“Desde que empecé, no paré de trabajar. Nunca me faltó trabajo. No me privé de nada ni de nadie. Si un personaje no me gustaba, me iba. Me pasó varias veces, incluso con el contrato firmado”, descubre Dorys su veta temperamental.

“Dejaba un trabajo y en seguida conseguía otro. Gracias a mi carrera, pude vivir, criar a mis hijos y ser feliz. Hoy escucho ofertas, aunque no es tan fácil como antes. Prácticamente no se produce ficción», agrega la actriz con nostalgia por el pasado y bronca por el presente de actrices y actores argentinos de su generación y, sobre todo, con el foco puesto en los más jóvenes.

Ese es uno de los bastiones que sostiene cada vez que se reúne o hace alguna acción como integrante de la comisión directiva de SAGAI, una asociación que defiende los derechos intelectuales de actores y bailarines. Es uno de los combustibles de su motor.

“La gente necesita a sus actores en su casa que es lo que nosotros hicimos durante toda la vida. No importa la edad que tengan. Necesitamos una ley que nos proteja como en otros países”, desafía.

Dorys Del Valle, la dueña de un flequillo inolvidable. La única vez que se lo sacó fue para actuar con otro flequilludo, Carlitos Balá. Foto: Archivo ClarínDorys Del Valle, la dueña de un flequillo inolvidable. La única vez que se lo sacó fue para actuar con otro flequilludo, Carlitos Balá. Foto: Archivo Clarín

Espíritu rebelde

Alegre y desinhibida, Dorys habla y transmite su esencia rebelde. Cuenta que de niña le gustaba callejear y jugar con varones. Por eso, sus papás la llevaron a estudiar al Instituto de Arte Labardén para que ocupara su tiempo.

“No sé si quería ser actriz, pero empecé a estudiar y me gustó”, comparte sobre su paso por un espacio cultural mítico que ya habían pisado Juan Carlos “Minguito” Altavista, Graciela Borges, Marilina Ross, Augusto Fernandes y Fernanda Mistral, entre otros.

El Labardén fue la primera de las bases sólidas que fue levantando con los años. “A mí me gustaba todo. Un día una profesora me dijo que tenía más condiciones como bailarina que como actriz. Por eso, me hizo dar un examen y entré al Colón”, señala Dorys.

Su vínculo con el baile clásico duró poco pero la ayudó con su formación. A los 14 años, “Mimí” -como le decían- se torció el pie izquierdo y le pusieron un clavo que mantiene hasta hoy. Tozuda, ella siguió bailando en media punta, pero ya no fue lo mismo.

Igualmente, no se amedrentó. Alquiló el Teatro Ateneo para seguir bailando. “No sé cómo me lo alquilaron a esa edad. Vendía entradas a los familiares. Me acuerdo que, como ganancia, me quedó plata para comprar un cajón de frutillas. Me bailé todo. Cuando no había propuesta la generaba yo”, afirma.

A los 16 años, se jugó, participó y ganó el concurso de Miss Televisión. Con su padre en contra, se presentó como Dorys Del Valle.

“Mi padre no quería que usara su apellido. Entonces, recordé una visión de una virgen negra que había tenido después de una operación de apéndice. Justo al lado del sanatorio estaba la iglesia de la Virgen del Valle, que es morena. Ya de chica repetía la oración esa virgen así que todo cerró. Quedó Del Valle”, explica su apellido artístico.

Dorys -agrega- llegó como herencia de su madre. “A mi mamá le decían D’or –de oro en francés- por su pelo rubio. Después le pusieron Dorys. Yo seguí la tradición”, explica la actriz.

Tincho Zabala, Dorys del Valle y Soledad Silveyra, en ¡Quiero besarlo señor!, de  1973.Tincho Zabala, Dorys del Valle y Soledad Silveyra, en ¡Quiero besarlo señor!, de 1973.El flequillo perfecto también nació en aquella etapa. “Yo tenía el pelo larguísimo. Pero un día fui al peluquero de la familia y le pedí que me lo corte cortito como Ingrid Bergman en Por quién doblan las campanas. Después fui por el flequillo. Me encantaba el flequillo de Marilina Ross. Cuando mi mamá y mi abuela me vieron, no lo podían creer. Ellas siempre me peinaban para atrás”, describe Dorys, hoy con una cabellera larga, impecable y luminosa.

Ícono de distintas épocas

En su memoria, la actriz guarda y comparte vertiginosamente imágenes de todos los trabajos que hizo. La balanza -sostiene- es definitivamente positiva en sueños cumplidos y afecto del público recibido. Protagonista, coprotagonista o actriz de reparto de un vendaval de éxitos en la tele, el teatro y el cine se transformó en un ícono de los ’60, los ’70 y los ‘80.

Su puerta a la pantalla grande se abrió con la película Violencia en la ciudad y la de la TV, en el viejo canal 2, con Los solteros del 10 C, la primera ficción prohibida para menores de 18 años.

Sobre tablas y embarazada de su segundo hijo, Martín, debutó con Marco Antonio y Cleopatra en el Teatro Nacional. Diez días después de parir, interpretó la película Extraña ternura, en donde hizo un jugado striptease que casi le cuesta el matrimonio con Francisco “Pancho” Guerrero, director de televisión y también padre de Fernanda y Martín, sus hijos.

“Daniel Tinayre esperó a que tuviera a Martín para empezar a filmar. Originalmente el personaje era el de una lesbiana pero a él se le ocurrió que hiciera de Caperucita Roja y fuimos por ahí. Yo misma me peiné para filmar. La ropa era a medida y de Coco de Eugenia”, detalla Dorys.

“Pancho se horrorizó. A mí no me parecía tan dramático. Fuimos a la curia para ver si se podía cortar esa parte, pero nunca lo hicieron”, relata orgullosa de haber pateado el tablero para esa época.

Así está hoy Dorys Del Valle, con sus 84 años y con proyectos de vida y de trabajo.Así está hoy Dorys Del Valle, con sus 84 años y con proyectos de vida y de trabajo.Fue solo el principio. Avanzó y fue dejando «perlas» en distintas versiones y géneros. Brilló en TV con Rolando Rivas, taxista; Pobre Diabla, Los hijos de López, Alta Comedia; Provócame y Se dice amor, entre otras producciones. También, estuvo en infinidad de películas picarescas, obras de teatro tradicional y de revista en todo el país.

“En Rolando Rivas Taxista, Alberto Migré me tuvo que matar porque me odiaban. Una vez me quisieron pegar en un bazar”, comparte Dorys entre sus anécdotas más desopilantes.

“La única vez que actué sin flequillo fue en Somos los mejores con Carlitos Balá, que hacía de plomero. No podíamos tener flequillo los dos ¡Lo que sufrí!”, suma.

En un rincón de sus emociones y con luces de neón guarda las vivencias de las temporadas en Mar del Plata. “Eran tiempos maravillosos de autógrafos, de entradas que volaban, de colas interminables en los hoteles Hermitage y Provincial para ver dos funciones diarias. Las obras de temporada seguían el resto del año en la TV o el teatro. Firmabas contrato un año antes”, subraya Dorys.

Observando su pasado, asegura que nunca le interesó hacer un protagónico. Su misión siempre fue construir el personaje que le tocara de la mejor manera posible. Remarca que lo suyo fue todo a fuerza de trabajo. No habla de su talento, ni de su belleza, ni de su luz propia, todo a la vista.

“Tengo ojos color nada. No son ni verdes, ni celestes, ni marrones, ni negros”, se critica con ironía. Más piadosamente, valora su culto a la responsabilidad y a los éxitos que forman parte del patrimonio cultural argentino.

“Trabajaba sin parar. Casi todo lo que hice fue exitoso. Disfruté, pero nunca me divertí trabajando ni en televisión ni en teatro. Cuando te dan mucha responsabilidad de joven la tenés que manejar o perdés. Eso me enseñaron mi mamá y mi abuela», remarca.

En la actualidad, Dorys Del Valle pinta. Se especializa en flores de lis.En la actualidad, Dorys Del Valle pinta. Se especializa en flores de lis.Como todo, acepta, hubo un actor que marcó la excepción. “Con el único que perdí el control fue con Alberto Olmedo. En un sketch que hacíamos, me decía cosas graciosas por lo bajo y me hacía reír mucho. Creo que me reía de los nervios aunque teníamos carta libre para improvisar», destaca.

Arte, arte, arte

La prolongación de su arte se mide hoy en gestos cotidianos. Dorys pinta al óleo y en acrílico. Las flores de lis son sus preferidas. Además, le encantan las manualidades, especialmente armar piezas de ángeles. Su casa está llena de alas. Ama la arquitectura.

Los días de frío, cose y teje. Los de sol, sale de recorrer distintos tipos de ferias. Le encantan las municipales de su barrio donde hace pequeños stand-ups en los puestos amigos.

Es casi un ritual, especialmente en la verdulería de María, que ya es su amiga. Asegura que la gente se le acerca muy cariñosamente y con recuerdos precisos de etapas de su vida en las que ella estuvo presente en la pantalla, “compartiendo” almuerzos y cenas familiares.

Dorys del Valle, Adolfo García Grau y Tristán, en Dorys del Valle, Adolfo García Grau y Tristán, en «Los vampiros los prefieren gorditos», de 1974.“Cuando salgo, la gente es muy amorosa. Todo el tiempo me dice ‘qué linda estás’, ‘cómo te quiero’, ‘cómo nos divertíamos con vos’, ´¿cuándo volvés?’ Algunos me reconocen por la voz. Otros se acuerdan de escenas completas de programas. Es increíble. No pensé que podía haber dejado tanto”, agradece.

Lo primero es la familia

Para Dorys, el tridente que formaron con su abuela y su madre fue el más fuerte para sostenerse en sus inicios artísticos y crecer. Después, nacieron sus hijos Fernanda y Martín y tuvo que aprender a dividir su tiempo entre la crianza y el trabajo. Nunca descuidó a su familia.

“Fui parte de una familia de mujeres que siempre tuvo que decidir y resolver las cosas solas. Nunca dejé de criar a mis hijos con pasión y responsabilidad. Tal vez fui una mamá dura. Les enseñé a sostener la dignidad, a no dejarse pisotear y a ser siempre respetuosos con el otro”, enumera la actriz sus valores.

La sonrisa y el flequillo de Dorys Del Valle, marcas registradas. Foto: Archivo ClarínLa sonrisa y el flequillo de Dorys Del Valle, marcas registradas. Foto: Archivo Clarín“Ahora disfruto mucho a mis hijos y a mis nietos Franco (24) y Luciano (19), con los que tengo una hermosa relación. Ellos me llaman ‘Naná’. Yo les digo lo mismo que mi abuela: que estudien”, se enorgullece.

Cuando cae el sol, Dorys se refugia en su departamento y prende “su chupete electrónico”, la televisión. Allí se pierde en pensamientos hasta dormirse, casi siempre muy tarde. Admite que le teme a la naturaleza, al dolor físico -“no tengo tolerancia al dolor”- y a la muerte -“porque no sé lo que es”-. Sin embargo, en esta etapa vital no tiene grandes preocupaciones ni nubes oscuras tapando su cielo.

Pudo sepultar contados fracasos laborales, desamores y traiciones. En ese sentido, prefiere no hablar de Emilio Disi. Lo había borrado de su mapa décadas antes de que él muriera.

Dorys está más allá: “Amo la vida. Nunca registré la edad que tenía. Un día Fernanda Mistral me dijo: ‘Siempre vas a ser una niña’. La realidad es que en la infancia fui una niña grande y, ahora, de grande me permito ser una niña”, juega con las palabras.

Justamente esa “niña” está pintando todos los días un óleo de más de un metro de un cielo en diversas gamas de azules en degradé. Entre los trazos, vislumbra dos seres alados que delineará en breve.

Dorys Del Valle y su ex marido Emilio Disi. Ella lo había borrado de su vida décadas antes de que él muriera.Dorys Del Valle y su ex marido Emilio Disi. Ella lo había borrado de su vida décadas antes de que él muriera.“Cuando crecí hice una vez de ángel. De chica mi abuela y mi mamá me rezaban la oración del ángel de la guarda… Tal vez sea por eso que me gustan tanto crear ángeles”, reflexiona.

Como sea, a los 84 años, Dorys del Valle sigue haciendo lo que quiere. Logró forjar sus propias alas y, con ellas, su infinita libertad.

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