El actor abrió las puertas de su gimnasio para contar las historias menos conocidas y más increíbles de su vida antes de la pantalla. Imperdible.
27 de agosto 2023, 06:10hs
Luciano Castro y su entrañable relación con Diego Maradona (TN/Sergio Chiarito).
Luciano Castro es un montón de tipos en un solo tipo. Parece tener encima los 100 barrios porteños y los del Conurbano también. Se crió en la noche, en la fiesta, en las luces, en la fama, pero también en la mala, en la de tener todo y quedarse sin nada. Recorrió los bares, se rodeó de gente y también de soledad. Vivió (y vive) casi todo. Triunfó como actor, pero tiene detrás una larga vida de otras vidas: fue arquero, estuvo cerca de ir a un Mundial juvenil y Diego Maradona fue uno de sus grandes amigos.
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Esa intensidad de sentir le permitió disfrutar de sus pasiones. La primera: el fútbol. Mucho antes de todo, Luciano fue arquero en Argentinos Juniors. Y no uno más. Lo suyo pintaba para grandes cosas, al punto de que estuvo a las puertas de un Mundial Sub 17.
El actor que hoy tiene 48 años y trabaja en la comedia El Divorcio Junto a Natalie Pérez, Carla Conte y Pablo Rago. Con ellos y el resto del staff recorren diferentes rincones de la Argentina y pronto tocarán países como Uruguay y Paraguay. A Luciano hoy se le nota de lejos la experiencia en lo suyo, ese oficio a través del cual se convirtió en uno de los más reconocidos representantes a nivel nacional.
Pero sigue siendo el mismo que cautivó a Cris Morena cuando lo eligieron para aquel boom televisivo que fue Jugate Conmigo: “Cuando me hicieron el casting, los asistentes le decían a Cris Morena que yo no sabía ni hablar ni cantar. Y Cris se la jugó y les dijo ‘yo quiero a este chico´.
“El deporte me salvó de mis épocas oscuras”
La frase habla por sí misma. Luciano Castro encontró en las distintas disciplinas que practicó el salvocinducto de la vida. El fútbol antes y el boxeo hoy contienen su mente. “En el arco mi referente era El Loco Gatti, pero en mi época sobresalía Fillol. Yo atajaba en las inferiores de Argentinos y me acuerdo que José Pekerman me subió de séptima a quinta porque faltaban arqueros”.
El joven Luciano Castro lograba mantenerse como titular dentro de su división, hasta que el club decidió sumar a Raúl Sanzotti, quien le sacó el puesto. “El profesor Gerardo Salorio me decía que siga trabajando para volver a ser titular. Me ponía el ejemplo de Pedro Romoli que era suplente de Nilton Pardal y pudo vivir del fútbol. Mirá los nombres que te estoy tirando, no te podés quejar”.
Luciano, que no tiene muchos ídolos en el fútbol pero admira a Carlos Tevez (”si fuera mi vecino lo espiaría todo el día”, dice) formó parte de un preseleccionado Sub 17 donde jugaba el hijo de Norberto Alonso. “Yo tenía un estilo muy particular, casi desinteresado. Usaba el pelo largo y si podía le tiraba un caño a mis defensores. Una vez lo intenté con el Vasco Arruabarrena”.
Diego, querido amigo
Cuando Diego Maradona volvió de jugar en Sevilla entabló una gran amistad con Luciano Castro. “Yo no iba a ningún lugar si Diego no me invitaba. El día que llegó a la práctica de Boca con el Scania lo acompañábamos Guillermo Coppola y yo. Y cuando Diego se entrenaba con Ben Johnson yo le tomaba los tiempos. Me acuerdo que Diego no llegaba al tiempo buscado y le dije en chiste ‘sacate el paracaídas’. Él me dijo: ‘¿Vos qué sabés de correr, pelotudo?’. Nunca más le dije algo así.
Definime esto. El deporte es…
-A pesar de que la vida me llevó a estudiar teatro, mi verdadera faceta es el deporte. Una oportunidad que me dio la vida me permitió trabajar en la tele pero empecé a nadar a los seis años, a jugar al fútbol a los ocho y a boxear a los 13 o 14 años. Todo eso lo hice mucho antes de que todo eso sucediera artísticamente hablando.
¿Cómo fueron tus inicios en el fútbol?
-Para mí fue una locura todo lo vivido en el fútbol. Pensá que si me lo cruzo a Juan Sebastían Verón, Marcelo Gallardo o Angel “Matute” Morales nos saludamos recordando aquellos momentos en la selección juvenil. Le tengo que explicar a mi hijo que yo solo entrené con ellos, porque solo logré estar preseleccionado en una Sub 17.
¿Dónde atajaste?
-En Argentinos. Y Mostaza Merlo me convocó a la selección juvenil para ir al Mundial de Italia, pero en Argentinos apareció un arquero llamado Raúl Sanzotti. El papá de Nelson Stuani, el cinco de nuestra categoría, le puso “El Bebé”. En cuestión de días pasé de ser titular a vivir en el banco de suplentes. A Sanzotti lo trajeron de Inriville, provincia de Córdoba y era mucho mejor que yo. Él estaba por encima de la media porque tenía pegada, achicaba bien y físicamente me pasaba por arriba.
¿Cómo llegaste a la Selección siendo suplente?
-Porque Mostaza Merlo nos citó a los dos a la Selección. Cuando me lo comunicaron de Argentinos yo no lo podía creer porque era atípico que dos arqueros de un mismo club vayan a un seleccionado. Después apareció Damián “Gato” Garofalo que venía de Estudiantes, ese era otro animal que te extirpaba la pelota de los pies. Y para rematar se sumó al seleccionado Joaquín “El Vasco” Irigoytía que era menor que nosotros pero físicamente era un gigante.
Estabas en el horno…
-Primero se va Irigoytia y faltando una semana para ir al Mundial, Mostaza me dejó afuera de la lista. “Te gusta mucho la joda, Castro”, me decía. Y yo por dentro pensaba “y a vos también, hijo de puta”. Tuve la suerte de conocer al Profe Ricardo Echeverría, René “Polaco” Daulte que le pegaba a la pelota con un fierro. Me rompía las manos.
Luciano Castro, sus años como arquero y la imperdible anécdota con Mostaza Merlo (TN/Sergio Chiarito).
Cuánta experiencia…
-Yo me acuerdo de que Carlos Goyén y Cesar Mendoza fueron los arqueros de primera que impulsaron a llevar a arqueros de inferiores para trabajar con la primera. Todos los martes íbamos con Sanzotti, Hernán Ferraro, Julian Palmisano y Nicolás Cambiasso y ellos nos mataban. Goyen nos hacía volar de palo a palo. Me acuerdo que ellos entrenaban con la pelota Tango que era una novedad y nosotros en inferiores jugábamos con la Pintier.
¿Eras competitivo?
-Sí, me la pasaba llorando, especialmente cuando me hacían un gol. Pero eso se me pasó rápido porque cuando decidí no jugar más, nunca más jugué al fútbol. Ni siquiera con mis amigos. Al fútbol ni siquiera lo miro porque lo considero muy tribunero. Eso sí, me gusta mirar específicamente a ciertos jugadores.
¿Cómo fue ese final?
-Mi final llegó cuando en Pontevedra le pegué a un juez de línea. Yo usaba un pantalón que tenía una cara en mi culo. Mientras me iba expulsado hacia el vestuario un jugador rival me gritó “arquero, ese culo debe estar roto”. Lo fui a buscar y el Colorado Vignolo me metió adentro del vestuario. De repente me doy cuenta de que dentro de ese vestuario estaba mi papá que me decía que eso me podía costar la carrera de jugador. No se equivocó porque fue mi último partido.
¿Qué te parece el Dibu Martínez?
-Cuando lo veo volar con mano cambiada me hace acordar a los consejos que me daba mi viejo. Mi papá atajaba en la tercera especial de Chacarita y fue suplente de Eliseo Petrocelli cuando ganaron el Metropolitano de 1969.
¿Volviste a la cancha de Argentinos?
-Un día lo llevé a mi hijo y me dio mucha nostalgia. Prefiero evitar entrar a la cancha del “Bicho” a pesar de que mi novia vive justo enfrente.
Mi vida con Maradona
¿Te conmueve ver los murales de Maradona en la cancha?
-Siempre que paso por la cancha le toco la cara y le doy un beso al Gordo. El siempre se portó muy bien conmigo, lo mismo que su esposa Claudia Villafañe. Yo tuve un lugar de privilegio dentro de los Maradona. A pesar de que Dalma y Gianinna eran muy chiquitas, me querían mucho.
¿De qué hablaban?
-Era imposible no hablar de fútbol con Maradona. Pero no hablamos de Bayern Munich o del Arsenal, sino que le gustaba hablar del 4 de Temperley que tenía una buena zurda y jugaba con la cancha cambiada. Te decía “hace seis meses que lo estoy mirando”. Yo te estoy hablando del Maradona que volvió de Sevilla, del Maradona jugador.
¿Cómo lo conociste?
-Yo estaba en la cancha de Argentinos viendo a mis excompañeros. Y Diego estaba ahí porque jugaba su sobrino Daniel López Maradona. De repente lo veo venir y me grita “che, ¿a vos te gustan las ranas?”, y a mí no me gustan las ranas pero ese día me encantaban. Ese día era Juan José Rana. Y me gritaba “A vos, actor, esta noche venite a Devoto que voy a hacer ranas”. Durante dos años no me separé más.
¿Qué te acordas de ese día?
-Fui con un Jeep hecho pelota que me regaló mi padre y me daba mucha vergüenza llegar con eso a la casa de Diego. Creo que lo dejé en la plaza de Devoto y me fui caminando hasta su casa. El auto que le regaló al Kily González me lo quiso regalar tres veces. Yo no podía aceptar un auto de quinientos mil dólares si no tenés para comprar paleta.
¿Qué crees que sentía por vos?
-Yo era el pendejo de moda y me adoptó como amigo. Él creo que destacó de mí es que nunca le pedí un autógrafo, una foto ni nada de eso. Una vez que estás al lado de Diego se te cagó la vida porque tenes a 42 pelotudos por minuto diciéndote que le pidas cosas a Maradona. La mayoría terminaban peleados con Diego porque se metían en negocios que no podían bancar.
¿Lo cuidabas?
-Yo soy muy desconfiado de las cosas. Y percibía que todo el mundo quería tajada de Diego. Me decían “tengo un negocio para hacer con Diego” y yo los mandaba al diablo. Eso me acercó mucho a Claudia, que cuando se enteró de que yo la estaba pasando muy mal en una época de mi vida se vinieron los dos a mi casa para estar conmigo. Claudia Villafañe y Diego Maradona.
¿Cómo fue eso?
-Me asomé por la mirilla de la puerta de mi casa y Avenida Beiro era un quilombo. Pensé que había caído un meteorito pero era Diego que había tocado el timbre y quería saber cómo estaba. Yo no me puedo olvidar de esas cosas y Diego va a estar conmigo toda la vida.